Tres cosas que hace el pecado

Salmo 51:10-12

Este salmo de David nos muestra una fotografía de la situación en que se encontraba cuando lo escribió.

Su pecado había sido muy grosero. —Escandaloso. — Burdo.

Y naturalmente tuvo consecuencias en su familia, en su pueblo, y también en su alma.

Sé que lo que estoy diciendo no es nada nuevo. —Pero a veces no parece que lo hayamos entendido.

Decidimos caer ante la tentación y nos parece que escaparemos de las consecuencias.

Pero esto es falso. — No hay nada más lejos de la realidad.

Sería bueno que memorizáramos la respuesta que dio José a la Sra. Potifar cuando le tentaba:

“¿cómo, pues, haría yo este grande mal, y pecaría contra Dios?” Gén.39:9.

José era tan mortal como pudiera serlo David, pero se acordó de dos cosas:

1. Aquello a lo que le estaban tentando lo consideraba un grande mal. 2. Y lo consideraba un pecado contra Dios.

Fue su amor a Dios y las consecuencias del pecado los que retrajeron a José de cometer aquel hecho al que era invitado.

Por otro lado, David fue considerado un hombre con un corazón como el de Dios. —Sin embargo, cayó.

Pienso que hay una gran lección aquí: —En el caso de José la tentación venía de fuera de él mismo.

—En el caso de David la tentación venía de dentro de su corazón.

Y ciertamente esta última es la peor manera de ser tentado.

José tenía la tentación delante invitándole a pecar.

De David se nos dice que él vio a una mujer que se estaba bañando.

Desde luego que la mujer debió guardarse de que nadie la viese mientras se bañaba.

Pero David pudiera haber mirado a otro lado o quitarse de donde estaba mirando.

Sin embargo, se dejó seducir por lo que veía, y esto le causó muchos problemas después.

Nadie escapa a las consecuencias de pecar contra Dios.

Las dos tribus y media (Rubén, Gad y medio Manasés ) que escogieron tierra al oriente del Jordán, se comprometieron a luchar con el resto de Israel para conquistar la tierra, pero Moisés les advirtió:

Núm.32:23 “Mas si así no lo hacéis, he aquí habréis pecado ante Jehová; y sabed que vuestro pecado os alcanzará.

Pecar contra Dios es un grande mal y tiene consecuencias.

Volviendo al caso de David. — El Salmo 51 muestra el arrepentimiento de David delante de Dios.

Y claramente nos muestra tres cosas que el pecado provoca en nosotros de forma natural:

  1. El pecado te hace sentir sucio.
    Así se sentía David mientras no confesaba su pecado.
    Ver.2 “Lávame más y más de mi maldad, Y límpiame de mi pecado”.
    Ver.7 “Purifícame con hisopo, y seré limpio;  Lávame, y seré más blanco que la nieve”.
    Ver.10 “Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio”.
  2. El pecado te hace dudar.
    El Ver.11 nos da una descripción de cómo se sentía.
    “No me eches de delante de ti, Y no quites de mí tu santo Espíritu”.
    David se sentía desechado de Dios. —Apartado de Él. Y así nos sentimos nosotros cuando pecamos contra Dios. El pecado nos hace dudar, incluso de nuestra salvación.  Nos sentimos desechados y separados de Él.
  3. El pecado nos quita el gozo.
    En el Ver. 12 David dice: “Vuélveme el gozo de tu salvación”.
    David había perdido ese gozo que provee el saber que somos salvos y estamos seguros en el Señor.
    Esto es consecuencia directa de la duda que, como hemos visto, el pecado crea en nosotros.
    El Acusador nos dice: ¿Y tú eres salvo? —Si fueras salvo no lo habrías hecho.

Hnos., tengamos sumo cuidado de pecar contra Dios porque estas cosas son la consecuencia natural e inmediata del pecado en nosotros.

Tan sólo hay un remedio para dejar de sentirse sucios, bajo la duda, y sin el gozo de la salvación.

La confesión de nuestro pecado. “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad”.

Y eso fue lo que David hizo: Confesó su pecado con un espíritu quebrantado y un corazón contrito y humillado.

Ver.17 “Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; Al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios”.

El verdadero remedio para el pecado es confesarlo al Señor con un corazón arrepentido y humillado.