miércoles, noviembre 1

Respuesta a un artículo sobre las «Pastoras»

Por Alejandro Sánchez

Así decía una respuesta a otro artículo (no nuestro) en que al parecer se defendía la postura de que es normal tener pastoras en nuestras iglesias evangélicas.

Esta respuesta cita al autor de “la Lupa”, quien, por cierto, y a juzgar por estas citas, parece que empleó un tono muy fuerte para referirse a los que no tienen tan claro que las pastoras deban ejercer como tales en nuestras iglesias. Agradecemos la respuesta que dio en su día el Sr. Enrique Montenegro. , decía así:

…»Interesante» por no decir «indignante» manera de tratar a los ministros del Señor por parte del autor de «La Lupa» en un medio de comunicación representativo de los creyentes como es I+CP… me refiero al artículo sobre «pastoras».

Por razón del espacio, citaré sólo algunos términos y cada cual que juzgue… El autor trata a cualquier «ministro evangélico» que difiera con su punto de vista sobre el «ministerio de Pastora» como «ociosos» que «molestan», «ultraconservadores religiosos», «tristes talibanes con corbatas», «retrógados», «machistas» «impresentables», «tergiversadores de la Palabra», «despreciadores de la igualdad sexual», «metodólogos de interpretación barata», «potenciales justificadores de las barbaries bélicas», «mezquinos, mediocres» «patólogos machistas»… Nunca en ningún medio secular he visto tanto despropósito para un simple asunto de opinión.

Esto me hace pensar que, o soy tan miope como para necesitar «La lupa» para ver las pequeñeces que no veo, o que «La lupa» aumenta tanto las cosas que tenemos una generación de ministros sinvergüenzas e incompetentes y por mirar las pequeñeces con «lupa» no vemos lo que nos rodea.

Creo que un poco más de respeto para los que no pensamos igual sería suficiente, o al menos tolerancia y quizás un poquito más de humildad…. Atte. Enrique Montenegro Turzceniuk (Madrid, España)

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NUESTRA RESPUESTA A ESTE ASUNTO

Acabo de leer sobre los adjetivos que se han referido a quienes no opinan que las mujeres deban ejercer autoridad espiritual sobre los varones. Los que necesitan LUPA son los que no ven bien; esto es claro y elemental. Y también hay que decir que la lupa puede distorsionar la visión según se enfoque – también esto es obvio.

Yo solamente pido a los que ven que la cultura actual debe tenerse en cuenta por encima de las páginas bíblicas, que traten de arrancarlas cuando no concuerden con ella. Quizá puedan llegar a conservar las tapas de sus biblias.

Con comentarios como: «Esto no aplica a nuestro tiempo.» «Estos versículos son interpolaciones», y «no está en los ‘mejores’ manuscritos,» estamos diezmando nuestras Sagradas Escrituras. No merece ningún respeto espiritual la persona que arranca, aunque  no sea físicamente, las páginas bíblicas. No tienen derecho a ser respetados espiritualmente aquellos que no «ven» y tienen que usar «lupas» prefabricadas por filosofías contemporáneas para comprender las Escrituras sin enfrentarse a esta sociedad carnal y diabólica.

La mujer no es menos que el hombre. Nunca en la Escritura se dice tal cosa. Y ante Dios no hay diferencia. ¿Por qué no comprendemos mejor que la mujer y el varón son iguales? ¿Acaso no leemos lo que nos dice Gálatas 3:28?: “Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús”  En Cristo, todos los que hemos creído somos iguales; ya no hay diferencias ante Él y en Él. ¿No es esto suficientemente claro?

Sin embargo, hay algo que debemos tener en cuenta. Una cosa es cómo somos delante de Dios aquellos que somos salvos, y otra cosa bien distinta la posición que Dios nos ha dado frente a los hombres.

En primer lugar, Pablo está presentando un cambio que por implicación—al decir: ya no hay”—entendemos que no existía con anterioridad. Hay un antes y un ahora.

En segundo lugar, vale subrayar que es en Cristo; de modo que está hablando de los que ahora son salvos. De ahí que se diga “ya”, o sea, ahora o a partir de ahora que estáis revestidos de Cristo, como refiere el mismo versículo anterior.

En tercer lugar, en un plano más humano, podemos decir que la mujer también es igual que el hombre en que nace de la misma forma, tiene las mismas necesidades físicas y además tiene, al igual que el hombre, la necesidad de la salvación por la fe. De modo que el mismo Pablo reconoce que “la mujer es gloria del varón” (1Corintios 11:7). Y que “ni el varón es sin la mujer, ni la mujer sin el varón” (1Corintios 11:11), pero de esto dice: “en el Señor”. De manera que queda claro que la mujer no es menos que el hombre ante el Señor. Ella necesita orar tanto como lo necesita el varón: Ella necesita la comunión con Cristo como también el varón. Ella necesita reunirse con los hermanos como el hombre. Pero vamos a ir un poco más lejos.

Me pregunto una cosa: ¿Es el rey de España igual que yo? En un sentido natural, el rey nace de la misma forma que yo, tiene las mismas necesidades físicas que yo, y necesita la salvación como cualquier otro mortal sea de la condición que sea. Si el rey se convierte a Cristo, entonces seremos iguales; “ya no habrá” diferencia delante de Dios “en Cristo”. Él será revestido de Cristo igual que yo, y “en el Señor” no habrá diferencia. Pero acabo por preguntarme: ¿Me daría eso derecho a no honrarle como me dice la Escritura que debo hacer?

La eterna Palabra de Dios nos dice que al Rey le debemos honra. El apóstol Pedro nos dice: “Honrad al rey”, en 1Pedro 2:17. Así que el rey es igual que yo por cuanto nace del mismo modo, necesita comer y beber como yo; necesita la salvación como la necesitaba yo, etc., etc. No obstante, ya sea salvo o no lo sea, yo debo respeto y honra al rey. De modo que en unos sentidos es igual que yo; un hombre, o quizá un hermano en Cristo, pero Dios ha establecido que en el orden jerárquico, frente a los hombres, él lleve la honra y yo se la dé.

Así también, la mujer es exactamente igual que el hombre en todo. A pesar de las diferencias naturales y emocionales en las que ahora no tenemos por qué entrar Es tan capaz como lo puede ser un hombre en muchos aspectos de la vida; ya sea inteligencia, preparación etc. Pero Dios es quien ha puesto el orden en la iglesia, delante de los hombres, al igual que lo hizo en el orden gubernamental. De modo que, el hombre debe honra al rey y la mujer no debe tener autoridad espiritual sobre el hombre. Una cosa es la capacidad, y otra el orden establecido por Dios. La pregunta al final es esta: ¿A quién vamos a obedecer? Ante Dios todos somos iguales, pero ante los hombres, en los órdenes de jerarquía, ya sea en el hogar, donde la mujer debe someterse a su esposo, como en la iglesia donde Pablo, el mismo escritor epistolar—aunque de no haber sido él quien la escribiera no cambiaría nada—establece que “la mujer no debe enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio”. A continuación nos ofrece dos argumentos de peso para reforzar lo que dice. Primer argumento: Adán fue formado primero, después Eva. En 1Corintios 11:8 y 9 nos dice: “Porque el varón no procede de la mujer, sino la mujer del varón, y tampoco el varón fue creado por causa de la mujer, sino la mujer por causa del varón”. Parece que Pablo, mediante la inspiración divina, estaba convencido de que esta relación está subordinada desde el Edén.

Segundo argumento: La que fue engañada por la serpiente fue Eva, no Adán. El texto nos dice: “Adán no fue engañado, sino que la mujer, siendo engañada, incurrió en transgresión”. Se podrá argumentar lo que se quiera sobre esto, pero los argumentos eran tan válidos para aquellos días como lo son para los nuestros. Puede que las cosas hayan cambiado mucho desde entonces, especialmente hablando de la revolución femenina y su incorporación al mundo laboral, a las universidades, y a todo cuanto se quiera; pero la Biblia sigue dando los mismos argumentos. Y que yo sepa, no han cambiado al día de hoy. Estos dos argumentos por los que el Espíritu Santo prohíbe a la mujer ejercer autoridad espiritual sobre el varón siguen siendo los mismos, e igualmente válidos hoy. Si seguimos el ejemplo del rey, podemos decir que pudiera haber hombres más capacitados que él, pero esto no sería óbice para no honrarle como la Biblia dice que lo hemos de hacer. No se habla de capacidades. No hay ningún lugar en las Escrituras en que la capacidad sea una excepción para no honrar o someterse.

El mismo Dios que nos dijo que no hay diferencia puso la diferencia como principio para este mundo. Si nuestra sociedad ha cambiado los principios de Dios, son obvios sus resultados. Pero hace falta ver con «lupa» para ver lo que la Biblia no dice. Dios ha establecido un orden, y además ha dicho: «Pero temo que como la serpiente con su astucia engañó a Eva, vuestros sentidos sean de alguna manera extraviados de la sincera fidelidad a Cristo”. (2Corintios 11:3). Tampoco hacen falta «lupas» para ver que esto ya ha sucedido en el pueblo evangélico.

Por último, decir que la Biblia no debe verse a la luz de nuestra sociedad cambiante. Así es como el cristianismo va cambiando sus convicciones adaptándose a este siglo y sus filosofías. Esto es contrario a las enseñanzas de Dios. Es la sociedad la que debe verse a la luz de las Escrituras. Entonces comprenderemos en qué siglo estamos viviendo. La “lupa” es señal de la falta de discernimiento. Necesitamos “colirio” santo para discernir. No cabe duda que ésta es una de las grandes necesidades de nuestro siglo. No en vano estamos en la era de Laodicea. Quiera el Señor poner su colirio en nuestro ojos espirituales para que veamos. Quizá se esté justificando la debilidad en resistir los envites de esta era en la que la mujer está tomando preeminencia, incluso en las iglesias, sencillamente porque no hay verdaderos hombres de Dios que los resistan.