miércoles, noviembre 1

No hay límite

1Jn.1:7 y 9 nos dice: “…y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado”. … “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad”.

Me es de mucha bendición pensar en esto: —El Señor no nos dice cuántas veces podemos ser perdonados y limpiados.

Y pensando en el perdón recordé estos pasajes:

Mat 18:21-22  “Entonces se le acercó Pedro y le dijo: Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete? 22 – Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete”.

Setenta veces siete son = 490 veces. — ¿Has llegado a perdonar a un hno/a. hasta 490 veces? — ¡Casi 500 veces!

Después leemos en Luc. 17:3-4: “Mirad por vosotros mismos. Si tu hermano pecare contra ti, repréndele; y si se arrepintiere, perdónale. 4 – Y si siete veces al día pecare contra ti, y siete veces al día volviere a ti, diciendo: Me arrepiento; perdónale”.

Entiendo que esta medida es para los hombres: — ¡Pero el Señor no tiene medida para perdonar!

Recordé entonces que todo el mobiliario importante del Tabernáculo tenía sus medidas exactas que se debían cumplir según Dios lo había dicho.

—La tienda, el atrio, el altar del sacrificio, las cortinas, la mesa de los panes, el altar del incienso, el arca, el recinto del lugar santísimo, los querubines, el propiciatorio…

—Pero hubieron dos cosas que no tenían medida: La lámpara (candelabro), y el lavacro.

El candelabro nos habla de tener luz, entendimiento, visión. — Recordemos: Jesús es la luz del mundo, y no hay límites para ello.

El Lavacro era donde los sacerdotes debían lavarse tantas veces como fuere menester antes de entrar al lugar santo. —El lavacro fue hecho del bronce que las mujeres dieron voluntariamente.

Ellas tenían sus espejos de bronce, y los dieron. —Podemos preguntar: Hnas., ¿qué haría una mujer sin espejo?

Pensando en esto podremos valorar el sacrificio voluntario que ellas hicieron para el lavacro.

Pero el lavacro no tenía medidas. —Esto me hace pensar que el lugar del lavamiento no tiene límites.

—Los sacerdotes podían lavarse cuantas veces fuera necesario.

El Señor nos enseña que aquellos que tenemos nuestra confianza en Cristo, ya fuimos lavados en nuestra salvación, después seguimos teniendo necesidad de lavarnos.

Tal como dice el himno: “En la cruz, en la cruz, do primero vi la luz, y las manchas de mi alma yo lavé”.

Allí fuimos lavados completamente para salvación. —Pero existe un lavacro para los que hemos creído.

En el AT los sacerdotes tenían que lavarse continuamente las manos y los pies con el agua del lavacro.

Esto nos habla de nuestras obras y de nuestro andar. —De la necesidad de lavarnos continuamente.

Hnos., nosotros, los que hemos creído y confiado en Cristo, somos hechos real sacerdocio.

—Pero antes de entrar en el Lugar Santo debemos lavarnos de nuestras manchas, pecados, errores…

Pero el lavamiento ahora debe de ser de las manos y los pies; nuestras obras y nuestros caminos.

Antes de entrar al Trono de la Gracia al que podemos acudir constantemente, debemos lavarnos manos y pies.

Pero no tenemos el límite que, como ejemplo, el Señor dio a Pedro. —Setenta veces siete. (490)

En los pasajes que hemos leído al principio no vemos ningún límite sobre cuántas veces podemos ir a lavarnos.

Solamente se nos habla de que la sangre de Jesucristo nos limpia:

“…y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado”. Y nos habla en presente.

¿Cuántas veces? —Cada vez que vayamos a lavarnos.

Ver.9Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad”.

Solamente se nos advierte con este “SI” condicional. —Hace falta la confesión de nuestros pecados.

—De otra manera seguiremos con suciedad en nuestras manos y en nuestros pies.

De manera que el lavacro no tenía medidas, como tampoco las tiene el lavacro en los cielos, que está en la misma presencia de Dios.

No nos olvidemos que el Tabernáculo en la tierra era figura del que está en los cielos.

He.8:1 “…el cual se sentó a la diestra del trono de la Majestad en los cielos, 2 – ministro del santuario, y de aquel verdadero tabernáculo que levantó el Señor, y no el hombre”.

Ver.8 “como se le advirtió a Moisés cuando iba a erigir el tabernáculo, diciéndole: Mira, haz todas las cosas conforme al modelo que se te ha mostrado en el monte”.

Hnos., en los cielos hay un tabernáculo, un santuario, en el cual hay un lavacro que está siempre preparado para todo aquél que quiere lavar sus manos y sus pies. Ése será lavado y perdonado mediante su confesión.

Y no hay medida ni límite de la cantidad de veces que podemos ir a lavarnos. —Podemos ir constantemente.

Y esto, de nuevo nos habla de la infinita gracia del Señor que no tiene medida.