Cartas de Charles H. Spurgeon (I)

Dirigida a su padre.

Newmarket, 30 de enero de 1850.

Mi querido padre:

Estoy extremadamente contento y confortado, no podría estarlo más mientras camino sobre esta tierra, “como peregrino y extranjero, como lo han sido todos mis antepasados.” No hay sino cuatro en el consejo, y doce chicos por el día. Tengo una pequeña aula para enseñar matemáticas, y tengo tanto tiempo para estudiar como tenía antes. Puedo tener buenas conversaciones religiosas con el Sr. Swindell, que es lo que más necesito. ¡Oh, que desaprovechada estuvo mi vida anteriormente!

¡Oh, que por tanto tiempo estuve ciego a estas maravillas celestiales que ahora, en alguna medida, puedo ver! ¡Quién puede refrenarse de hablar del maravilloso amor de Jesús quien, confío, me ha abierto los ojos! Ahora le veo, y puedo confiar en él plenamente para mi salvación. Con todo, pronto dudo otra vez; entonces me siento mal; otra vez aparece la fe, y vengo a estar confiado de mi interés en El.  Ahora me siento como si pudiese hacer cualquier cosa, y darlo todo por El, y entonces sé que no habría nada comparable a Su amor. Estoy desesperado de estar haciendo cada cosa como si lo devolviera. ¡Cuán dulce es la oración! Estaría siempre ocupado en ella. ¡Cuán preciosa es la Biblia! Nunca la he amado tanto; es para mí como la comida necesaria. Me siento como si no hubiese en mí ni una partícula de vida espiritual sino la que pone el Espíritu en mi. Me siento como que no puedo vivir si El se marcha; temo y tiemblo para no entristecerle. Tengo pavor de que la pereza o el orgullo me sobrevengan, y de deshonrar al evangelio siendo negligente en la oración, o en las Escrituras, o por pecar contra Dios. Verdaderamente, aquel será un lugar feliz donde nos despojaremos del pecado y de esta corrupta naturaleza. Cuando miro el abismo horrible y el agujero de donde he sido excavado, tiemblo no sea que vuelva a caer en él, pero me regocijo en que estoy en la autopista del Rey. Espero que me perdones por tomar tanto tiempo hablando de mi mismo, pero estos son más o menos mis pensamientos.

Desde el punto de vista de las Escrituras, ¿no es aparente que, inmediatamente después de recibir al Señor Jesús, confesarle abiertamente es parte de nuestra responsabilidad? Yo creo firmemente que el bautismo es el mandamiento de Cristo, y no me sentiría tranquilo si no lo recibo. Soy indigno de tales cosas, y también soy indigno del amor de Jesús. He recibido las bendiciones de lo uno, y pienso que debo tomar lo otro también.

Mi mejor amor para ti y para mi querida madre; me parece que os quiero más que nunca, porque vosotros amáis a mi Señor Jesús. Espero que tú mismo, mi querida madre, Archer, Eliza, Emily, Louisa y Lottie, estéis bien; os quiero a todos…

Que todos, después de que esta vida de luchas se haya terminado, nos encontremos en –

“Ese Reino de inmenso deleite,

Donde la salud, la paz y el gozo unidos,

Donde los imperecederos placeres serán elevados,

Y donde todo deseo tiene su completo abasto.”

y mientras estáis aquí, ¡que las bendiciones del evangelio abunden hacia vosotros, y que nosotros, como familia, seamos devotos al Señor! Que todas las bendiciones estén sobre nosotros, y que pueda permanecer siempre como –

Tu obediente y cariñoso hijo,

Charles H. Spurgeon.

Observación:

Spurgeon tenía 16 años de edad cuando se convirtió el día 6 del mismo mes que escribió esta carta. Tan sólo contaba con 24 días de creyente.