miércoles, noviembre 1

Cartas de Charles H. Spurgeon (II)

Traducido por Alejandro Sánchez

Dirigida a su padre.

Newmarket, 12 de marzo de 1850

Mi querido Padre:

Muchas gracias te doy por tu carta tan instructiva e inesperada… Mi mejor amor para mi querida madre; espero que pronto se restablezca.

En nuestra última Asamblea fue propuesto. Nadie me ha podido ver todavía. Espero que ahora seré doblemente prudente y estaré doblemente metido en la oración. ¿Cómo puede un cristiano vivir alegremente o simplemente vivir si no tiene la certeza de que su vida esté en Cristo, y su sostén, el entendimiento del Señor? Estoy convencido de que no me habría sentido retado a tomar este gran y decisivo paso si no hubiese estado seguro de que el Omnipotente sería mi sostén, y el Pastor de Israel mi constante Protector. La oración es ahora para mi como el mamar la leche lo era en mi infancia. Aunque no siempre siento el mismo deseo por ella, sin embargo, estoy seguro que no podría vivir sin ella.

“Cuando por el pecado vencido, vergüenza cubre mi rostro,

Yo miro a Jesús quien me salva con su gracia;

Yo clamo Su nombre desde la vorágine de la desesperación.

Y El me saca del infierno en respuesta a la oración.

¡Oración, dulce oración!

Se siempre tan tierna, no hay nada como la oración”.

Incluso el Cenegal del Desaliento puede pasar por el sostén de la oración y la fe. ¡Bendito sea el nombre del Señor, el desaliento se ha desvanecido como la niebla, ante el Sol de justicia que se ha mostrado en mi corazón! “Verdaderamente, Dios es bueno a Israel”. En la más negra oscuridad he resuelto que, si nunca más tengo otro rayo de consuelo, e incluso si estuviese perdido para siempre, aún así amaría a Jesús y me empeñaría en correr en el camino de Sus mandamientos: Desde el momento en que fui habilitado para tal resolución, todas esas nubes han huido. Si vuelven, no temeré encontrarme con ellas en la fuerza del Amado. Una desgracia para mi es que no tengo nada que ofrecer a Cristo, nada en mi mismo para mostrarle mi amor por El. Lo que puedo hacer es poco; y lo que hago ahora es menos. El Tentador dice: “No dejes nada por Cristo; tu sólo síguele para ser salvo por ello. ¿Dónde están tus evidencias?”  Entonces yo le digo que le he rendido mi autojustificación, y el me dice: “¡Si, pero no hasta que la hayas visto como trapos de inmundicia!” Todo lo que tengo que responder es que mi suficiencia no es de mi mismo.

(Jueves por la tarde)

Acabo de recibir justo ahora mismo una nota preciosa de mi querida madre. Muchas gracias por a ti por la orden que has dado a la Oficina Postal. Yo no sé cuales obligaciones económicas tenemos los miembros; Tengo que hacer lo que me dices.

(Aquí continua un parte de la carta que ha sido cortada.)

Estoy contento de que mi hermano y mi hermana están mejor. De nuevo mi mejor amor para todos vosotros.

Soy, querido padre, tu amante hijo.

Charles.