Antídoto contra el Evangelio

Por Alejandro Sánchez 

A través de los tiempos el viejo Satanás ha estado trabajando en su malvado laboratorio preparando antídotos contra el evangelio. Siempre ha estado probando pócimas que tratasen de amortiguar los efectos del evangelio en la vida de los hombres. Pero nada ha sido tan exitoso como los últimos descubrimientos hechos por este científico del mal y del engaño.

La mal llamada ciencia con la que él ha estado manipulando en los últimos ciento cincuenta años ha dado el  resultado final. Esta habrá de ser la pócima que dará el resultado apetecido y deseado por milenios por este jefe de laboratorio. Satanás, el investigador por antonomasia, con siglos y siglos de experiencia, ha dado por fin con la fórmula que ha hecho cambiar al mundo. Ha conseguido la ecuación que habrá de adormecer a los creyentes y de inmunizar a los incrédulos. Este brebaje se llama Evolución.

Él ha establecido dosis diversas para aplicar según el caso. Estas dosis van desde la Evolución causal, entendida por los hombres como el principio de la Gran Explosión, como otras fórmulas más suaves para aquellos que un día dijeron que confiaban en un libro llamado Biblia, y su relato textual del principio de todas las cosas. Estas otras dosis son: Evolución teísta, la Creación Progresiva, la Teoría del Gap o Espacio, entre otras.

Este preparado debe tomarse junto a otros tratamientos que de anterior ya se habían preparado. Si se ingiere cualquiera de estos tratamientos mencionados, desde el más agresivo al más suave, mezclado con una buena dosis de existencialismo, producirá los efectos deseados: inmunidad contra el evangelio de Cristo.

No debe extrañarles a los que nunca estuvieron enganchados a este último invento de Satanás, o a aquellos que fueron salvos de tal intoxicación demoníaca, que al predicar el puro evangelio de Jesucristo no encuentre la respuesta que se espera ante tal poder, como lo describe Pablo en Romanos 1:16: el evangelio es poder de Dios para salvación. Resulta inverosímil a los que han tomado el brebaje evolutivo comprender que necesitan un Salvador. Y una breve exposición de los efectos de este preparado satánico nos hará entender por qué esta inmunidad al poder del evangelio.

Si Dios hizo los cielos y la tierra y nos reveló en el libro del Génesis todo lo que hizo, con suficiente detalle, y nuestro interlocutor no lo cree,  ¿cómo entenderá que necesita un Salvador? Si él existe como resultado casual de una explosión que tuvo lugar hace tantos millones de años, ¿quién me condena?, se dirá a sí mismo. ¿Por qué necesito salvación? Igual que nacemos luego morimos y la evolución sigue su curso. Somos materia evolucionada cuyo cometido es existir hasta que el proceso evolutivo nos vuelva a integrar en su programa para seguir su curso.

Pero no entendamos que los que creen en la evolución teísta, en cualquiera de sus ramificaciones, se salva de estar vacunado contra los efectos del poder del evangelio, no. Los efectos adormecedores están en las entrañas de su alma si es que algún día bebieron de esta solución que, aparentemente, pone fin a la contradicción bíblica con la mal llamada ciencia.

Si la explicación que Dios nos ha proporcionado en el libro del Génesis no es exacta o literal, entonces tendremos algunos problemas. Si predicamos la salvación es por causa del pecado que reina en el hombre. Ahora bien, si el relato de Génesis es figurativo o mitológico,  ¿de dónde, pues, procede el pecado? No creer en los primeros once capítulos de Génesis es equivalente a dudar de toda la Escritura. Si somos producto de un proceso evolutivo, como sostienen algunos que profesan ser creyentes, entonces, otra vez debemos preguntar, ¿de dónde procede el pecado? ¿Fue Adán el primer hombre creado por Dios, o no? Si en verdad lo fue, ¿dónde está entonces el proceso evolutivo?, y si no lo fue, ¿cómo entró el pecado en el mundo? Ahora bien, para aquellos que proponen que Adán no fue realmente el primer hombre creado por Dios, no tienen más remedio que admitir que el apóstol Pablo, entendiendo, por otro lado que fue inspirado por el Espíritu Santo, nos mintió cuando dijo: “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron (…)No obstante, reinó la muerte desde Adán hasta Moisés (…) Pues si por la transgresión de uno solo reinó la muerte, mucho más reinarán en vida por uno solo, Jesucristo… (Romanos 5:12, 14 y 15). Estos pasajes, junto a otros que podríamos añadir, nos hablan de un solo hombre por el cual entró el pecado. Si Adán no fue el primer hombre, sino que hubieron humanoides que provenían de los simios, y estos de “otros seres inferiores”, ¿dónde ponemos a este hombre por el cual entró el pecado? ¿Cuándo entró el pecado en el mundo?

Además, se nos dice también claramente que, igual que por un solo hombre entró el pecado, también se nos dice que por uno solo entra la salvación. ¿Por qué este énfasis en un solo hombre y un solo Salvador? Uno nos metió en el pecado y uno nos saca del pecado. Sin embargo, todavía no hemos contestado a la pregunta de si existió Adán como primer hombre creado por Dios. Si no creemos el relato literal del Génesis, ¿cómo podremos entender este y otros pasajes? ¿Quién es el primer Adán a que se refiere el mismo Pablo en 1Corintios 15:45? Y, ¿por qué una referencia de nuevo a un postrer Adán? Aquí se nos habla de Adán como el primer hombre, bien, ¿lo fue, o no lo fue? Si creemos las epístolas de Pablo a los Romanos y Corintios, no podemos negar que el relato de Génesis es literal. Por otro lado, si leemos la genealogía que se encuentra en la segunda parte del capítulo3 de Lucas encontraremos que la genealogía va hacia atrás y se para en Adán como el primer hombre, y después de él, Dios. ¿Dónde empieza el proceso evolutivo? ¿Tuvo lugar este proceso antes de Adán o después de él? Comprenderemos que no creer el relato bíblico de Génesis es negar el resto de las Escrituras.

Por otro lado, la Biblia nos habla de una decadencia. De un principio donde todo era bueno, y de un después donde todo era de continuo el mal. Un principio en el cual no había pecado, y un después, en el que por causa del pecado la misma tierra fue maldita. Si se acepta la evolución teísta en cualquiera de sus derivados, el creyente se enfrenta a un problema serio. ¿Cómo puede ser que todo decae científicamente hablando, y, sin embargo, estamos mejorando? La doctrina evolucionista conlleva el criterio de que la evolución está en constante mejora. No obstante, la misma ley de la entropía, la segunda ley de termodinámica, es clara en su presentación. Nos dice como definición de ella un diccionario: Entropía: (…) Establece que en toda transformación de energía una parte de ésta se degrada, es decir, se convierte en calor y se desvanece en el ambiente”.

Lo cual nos indica que nuestro mundo va perdiendo energía que no recupera. Si la evolución se basa en “hechos científicos”, ¿cómo podemos entender que científicamente vamos empeorando?

La Biblia nos habla de que un día habrá cielos nuevos y tierra nueva. ¿Será esto el cumplimiento de la evolución llegando a su conclusión. ¿Será el resultado fortuito de ese desencadenamiento progresivo que lleva consigo la evolución? No. Esta promesa, como bien saben, está apuntando a una restauración del mundo a su estado anterior; a su estado del principio. Como eran al principio de la creación de Dios, así serán al final de los tiempos. Dios creó todas las cosas y vio que eran buenas. Después dejaron de ser buenas con respecto a como fueron creadas, y un día volverán a ser buenas tal como Él las creó. Aquí no cabe ningún tipo de proceso evolutivo.

¿Está mintiendo también el apóstol Pedro cuando nos dice: “Estos ignoran voluntariamente, que en el tiempo antiguo fueron hechos por la palabra de Dios los cielos y también la tierra, que proviene del agua y por el agua subsiste, por lo cual el mundo de entonces pereció anegado en agua; pero los cielos y la tierra que existen ahora, están reservados por la misma palabra, guardados para el fuego en el día del juicio y de la perdición de los hombres impíos” (2Pedro3:5-7). Poniendo un poco de atención al texto leído nos damos cuenta que Pedro nos habla de dos mundos distintos: 1. el que Dios hizo, y 2.el que pereció en agua. Pero, anteriormente nos hemos referido a unos cielos nuevos y una tierra nueva. Esto nos hablaría de un tercer mundo. Y la conclusión es obvia: Pedro deja bien claro que el primer mundo fue hecho por la palabra de Dios. Esto concuerda con el relato bíblico del Génesis. Aquí debemos tomar una decisión. No podemos andar en dos aguas. O creemos el relato de Génesis, donde se nos dice que Dios hizo los cielos y la tierra por su palabra o Pedro nos está mintiendo. Nos queda el segundo mundo. Este es el mundo en que ahora vivimos, y se nos dice que está destinado al fuego. Podríamos preguntarnos: ¿Cómo es que siendo que seguimos evolucionando—y evolucionar es mejorar—un día este precioso proceso se habrá de quemar y ser consumido?

Es extraño hasta para los propios evolucionistas que un cristiano crea en la evolución teísta y no en el relato literal de la creación descrita en Génesis. En el libro La Mentira: La Evolución de Ken Ham, se cita a un evolucionista haciendo una declaración muy sorprendente. En un extracto de su artículo, “El Significado de la Evolución”, el señor G. Richard Bozard escribió: “El Cristianismo está (debe estar) totalmente comprometido con la creación especial descrita en el Génesis, y los cristianos han de pelear con todas sus fuerzas contra la teoría evolucionista … Llega a estar claro que la vida y la muerte de Jesucristo estaban profetizadas en la existencia de Adán y la fruta prohibida que él y Eva comieron. Sin pecado original, ¿quién necesita ser redimido? Sin la caída de Adán en una vida de pecado constante que termina con la muerte, ¿cuál es el propósito del Cristianismo? Ninguno”.

No se negará que resulta sorprendente que un evolucionista haga está confesión. Pero más sorprendente resulta que uno que se declara como creyente niegue la exposición de Génesis. Como muy bien dice el señor Bozard, ¿Cuál es el propósito del cristianismo si no predicar que podemos, por medio de Cristo, ser librados del pecado en el que Adán nos metió? Si Adán no existió, entonces no hay pecado; y si no hay pecado, la muerte de Cristo resulta en vano.

No es caso de ir haciendo propuestas, que las hay, y muchas, para intentar convencer a los creyentes evolucionistas teístas que es una falacia persistir en ese planteamiento. Nuestro punto principal es, como tratábamos de expresar  principio, demostrar por qué es tan difícil para el hombre de hoy aceptar el evangelio de la salvación. Este antídoto que ha inventado Satanás en su laboratorio en el que ha estado estudiando por siglos y siglos, ha dado como resultado la filosofía que enseña que de lo que se trata en la vida es de vivir y sobrevivir. Así es cómo la filosofía, o la religión de la incredulidad, como podría llamarse a la evolución, ha adormecido los sentidos de los hombres. Ya no sienten a penas carga por sus pecados. De hecho, en base a esta creencia, el pecado no existe. No tiene origen. El hombre es producto de otros productos, y en ese proceso evolutivo no hay cabida para el pecado, y por supuesto, mucho menos para el arrepentimiento, la culpabilidad y la necesidad de salvación. De ahí viene muchas veces ese desdén cuando entregamos un folleto en mano. De ahí ese antagonismo por todo lo que tenga que ver con la fe de Cristo.

Hace falta que nos demos cuenta que debemos recuperar la enseñanza y la fe en los 11 primeros capítulos de Génesis. Sin ellos toda la Biblia se desmoronaría. Es ahí donde vemos la creación de todas las cosas explicadas por el único que estaba allí, el principio del hombre, el principio y el cómo se introdujo el pecado en el hombre y a todos los hombres, la promesa de la venida de un Salvador, la condenación de la tierra entera, el mismo Diluvio, etc., etc. ¿Cómo se puede ignorar, tergiversar, alegorizar o mitificar estos capítulos tan importantes sin salir perjudicado? La evolución, ya sea suave o agresiva, está haciendo desmoronarse toda la estructura de nuestro sistema social. Si la evolución enfatiza que es la lucha por la supervivencia, ¿qué es lo que vemos hoy en nuestra ética social?, pues esto mismo, una lucha por la supervivencia. La evolución está basada en la crueldad y la muerte. Unos tienen que morir para que otros vivan. ¿Qué es lo que vemos en nuestra sociedad?, agresividad, violencia y muerte. Es el mismo principio ético que enseña o se desprende de la evolución.

La mejor vacuna para este antídoto contra el evangelio inventado en los laboratorios del abismo, es la fe en el relato bíblico. Por el hecho de que Satanás considera la fe una enfermedad, ha inventado el antídoto contra la fe; esto es, la evolución. Pero la vacuna introduce los elementos de esa “enfermedad” que quiere combatir Satanás. Él quiere desarraigar los primeros capítulos de Génesis, pero nosotros debemos contender ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos. ¡Firmes y adelante!