Nos conoceremos en el cielo

¿Nos conoceremos en el cielo? —Esta parece la pregunta del millón.

Pero como siempre podemos encontrar la respuesta en la Palabra de Dios.

Veamos lo que nos dicen las Escrituras:

Mat.8:11Y os digo que vendrán muchos del oriente y del occidente, y se sentarán con Abraham e Isaac y Jacob en el reino de los cielos”.

El contexto de estas palabras es la fe que tuvo el centurión que pedía por la sanación de su criado.

El Señor dijo entonces: “De cierto os digo, que ni aun en Israel he hallado tanta fe”.

Los de oriente y occidente son los gentiles. Y se nos dice que se sentarán con Abraham, Isaac y Jacob, que evidentemente son los padres de los judíos.

Abraham reconocerá a su hijo y su nieto. Isaac, a su padre y a su hijo.  Y Jacob, a su padre y a su abuelo.

Además, esto infiere que estos patriarcas serán reconocidos por los gentiles cuando estén en el cielo.

Otro ejemplo lo encontramos en Mat.17:3 -4 “Y he aquí les aparecieron Moisés y Elías, hablando con él.

4 – Entonces Pedro dijo a Jesús: Señor, bueno es para nosotros que estemos aquí; si quieres, hagamos aquí tres enramadas: una para ti, otra para Moisés, y otra para Elías”.

Esto nos indica que Moisés y Elías eran reconocibles. —No sabemos cómo, porque Pedro no tenía “fotos”.

Quizá Pedro escuchó el saludo de Jesús hacia Moisés y Elías; 
Quizá Moisés y Elías se identificaron a sí mismos como tales; 
Quizá Jesús presentó a Moisés y Elías ante los discípulos; 
O quizá el Espíritu Santo le reveló a Pedro la identidad de Moisés y Elías; 

Pero ante todas estas posibilidades había algo importante: Eran reconocibles.

En 1Tes 2:19 leemos: “Porque ¿cuál es nuestra esperanza, o gozo, o corona de que me gloríe? ¿No lo sois vosotros, delante de nuestro Señor Jesucristo, en su venida?”

Este versículo parece inferir que si Pablo no podía verles aquí, lo haría en la venida del Señor.

Y si tenía esta esperanza es que les podría reconocer cuando llegase ese día glorioso.

También nos dice Lucas 16 que el rico vio de lejos a Abraham y a Lázaro.

Ellos no tenían cuerpo, sin embargo, el rico reconoció a Abraham, a quien no conocía personalmente, y a Lázaro a quien sí conocía de forma personal.

De manera que algo habría en Abraham que le hacía reconocible. 

No sé lo que es, pero si podemos ver que después de haber dejado nuestro cuerpo aquí seremos reconocibles.

Otra prueba es que el Señor Jesús invitó a una cita a los apóstoles.

Les dijo que volvería a tomar la copa con ellos otra vez en el reino de su Padre.

Sería absurdo quedar con sus discípulos para un tiempo futuro si ellos no hubiesen de ser los mismos y no pudiesen recordar esas palabras cuando llegue el día de tomar la copa.

David dijo cuando murió su hijo: “Yo voy a él, mas él no volverá a mí”.

¿De qué serviría este consuelo, si nunca habrían de reconocerle?

Pero Él esperaba ver a su hijo un día.

Pienso que el hecho de que haya resurrección nos indica que habrá un reconocimiento personal después.

Si todo hubiese de ser impersonal; si fuésemos todos como extraños, entonces ¿por qué resucitar?

Dios podría crear otros seres nuevos cuando nosotros morimos.

Pero el mismo hecho de que haya resurrección nos indica que tiene que haber algo de nosotros mismos.

Cuando el Señor Jesús resucitó, el tenía un cuerpo distinto al que tuvo antes de morir.

Sin embargo, mantenía las marcas de sus heridas en sus manos, pies y costado.

Pablo nos dice que carne ni sangre no pueden heredar el reino de Dios.

Nuestro cuerpo corruptible se ha de vestir de incorrupción. —Un cuerpo que durará eternamente.

Nos dice también que Cristo es las primicias de la resurrección.

1Cor.15:49 “Y así como hemos traído la imagen del terrenal, traeremos también la imagen del celestial”.

Igual que traemos la imagen del primer Adán, allí tendremos la imagen del postrer Adán.

Si Cristo tenía un cuerpo reconocible, y nosotros seremos semejantes a Él, entonces también nosotros tendremos una apariencia reconocible.

Es una bendición saber que igual que le reconoceremos a Él, así también nosotros nos reconoceremos.

Quiera el Señor bendecirnos con esta bendita esperanza que ocurrirá.

O bien cuando seamos arrebatados o cuando nos lleve a su presencia.