“Cuán Firme Cimiento”

Compilado por Alejandro Sánchez

Es una verdadera lástima que los pastores y misioneros estén optando por introducir música ligera en sus iglesias dejando atrás himnos como este que nos ocupa hoy. No debemos permitir que esto suceda. Se nos va en ello parte de la herencia cristiana. No tienen ninguna comparación las cancioncillas que se están promocionando hoy con los himnos solemnes de la fe cristiana.

“Cuan Firme cimiento” es uno de esos himnos que nos recuerdan un buen puñado de promesas de las Escrituras. Está rebozado de ella; saturada. Dice Colosenses 3 que debe abundar en nosotros la palabra de Cristo. Y los himnos son una buena manera de estar rumiándola de forma continuada.

De vez en cuando nos encontramos con un himno del que no sabemos su autoría. Y este es uno de ellos. Los himnólogos no llegan a ningún consenso en cuanto a esto. Parece que en 1787, cuando este himno salió a la luz en un himnario titulado: “Selección de Himnos”, fue editado con la inscripción “K” como autor. Parece que en otros himnos editados posteriormente se encontraron las letras “Kn”. Algunos hacen conjeturas apuntando a la posibilidad de que el autor fuese R. Keene, el director de música de la Iglesia Bautista Lane, de Londres, cuyo pastor, Dr. John Rippon, se encargó de incluirlo en su “Selección”. Antes de la muerte del referido pastor, en 1836, se editaron once ediciones en Inglaterra. También en Estados Unidos, las iglesias bautistas de Filadelfia hicieron otra edición en 1820.

Hombres relevantes como Teodore Roosevelt, Andrew Jackson Robert Lee y Woodrow Wilson tuvieron por favorito este himno del que se ha dicho que su letra parece un sermón puesto en verso. Todos estos hombres pidieron que se cantase o en su lecho de muerte o en su funeral.

Respecto de la música tampoco parece saberse a ciencia cierta quien es su autor. La música con que la conocemos hoy apareció por primera vez en “Union Harmony”,  publicado por William Caldwell en 1837. También suele cantarse con la música de “Venid Fieles Todos”. Elija, pues, una de las dos melodías, y cántelo con energía. Notará cómo su corazón se ensancha, y si está atravesando por algún “valle” su ánimo se levantará antes de que acabe las cuatro estrofas de la que consta. ¡Pruébelo, no falla!

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