Cómo nos afecta el pecado

Sal.51:1-12

David escribió este Salmo como resultado del arrepentimiento por su pecado con Betsabé. Después que el profeta Natán le expusiese la historia de aquel hombre que tenía solamente una corderita y que el hombre rico que tenía muchos corderos le quitó la corderita al pobre. (2Sam.12:13Una corderita que para el hombre era casi como una hija. —Comía y bebía en su mesa. David se indignó con aquel supuesto hombre rico de la historia, y dijo: ese hombre merece la muerte, (Ver.5). Y Natán, como buen profeta y exhortador, le dijo: “Tú eres aquel hombre”, (Ver.7).  David no tuvo más remedio que verse reflejado en aquella historia, y reconoció su culpabilidad.

2Sam.12:13 nos dice: Entonces dijo David a Natán: Pequé contra Jehová”.

De manera que el Salmo 51 es el resultado de sentirse culpable por su gran pecado. Hoy quisiéramos ver, a la luz de este salmo, tres cosas que David sintió estando en su pecado.  Y estas mismas tres cosas son las que sentimos cualquiera de nosotros cuando pecamos.

Leamos los Vv.10-12.

“Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, Y renueva un espíritu recto dentro de mí. No me eches de delante de ti, Y no quites de mí tu santo Espíritu. Vuélveme el gozo de tu salvación, Y espíritu noble me sustente”.

Veamos esas tres cosas que el pecado produce en nosotros.

1. Nos hace sentir sucios.

Hay una cosa que es cierta, uno se puede acostumbrar a vivir sucio. Cuando pecamos nos sentimos sucios, pero si no nos arrepentimos, seguiremos pecando y nos habituaremos a vivir sucios. David, aún con todas sus imperfecciones, no estaba acostumbrado a vivir sucio. Y cuando Natán le hizo ver su pecado, él se vio tan sucio que escribió:

Ver.2 “Lávame más y más de mi maldad, Y límpiame de mi pecado”.

Ver.10  “Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio”.

Ver.7 “Purifícame con hisopo, Lávame y seré más blanco que la nieve”.

Yo entiendo que todos sabemos de lo que estamos hablando. Todos, alguna que otra vez, o más o menos a menudo, nos hemos sentido así. Algunos que se sienten sucios prefieren no venir a la iglesia porque no se sienten bien. Pero David puso remedio a su situación: Confesó su pecado, y Dios le perdonó. Otra cosa que el pecado hace en ti y en mí es que:

2. Nos crea duda.

David dice en su salmo: “No me eches de delante de ti, Y no quites de mí tu santo Espíritu”. (Ver.11) Él se sintió abandonado de Dios por causa de su pecado. ¡Cuántas veces hemos dudado de las promesas de Dios cuando hemos estado sucios por el pecado!

El pecado nos hace mirar nuestra suciedad y pensar, Dios me habrá desechado. Pero Dios no abandonó a David, ni tampoco lo hace con nosotros. Pero este sentir es propio cuando nos salimos de su voluntad. Y tercera cosa que hace el pecado en ti y en mí es que

3. Nos quita el gozo.

David también experimentó esto cuando dice: “Vuélveme el gozo de tu salvación”. (Ver.12). Cuando andamos en pecado perdemos el gozo de saber que somos salvos. Ese gozo que siempre debiera estar en nuestro corazón, parece que se aleja de nosotros.

Es imposible que un creyente de veras sienta el gozo de ser salvo mientras camina en su pecado. Ese gozo, si lo hay, no sería más que falso espejismo que no nos fortalece. La palabra de Dios nos dice que el gozo del Señor es nuestra fortaleza. Pero estando en pecado el supuesto gozo es algo que no es una realidad en tu vida.

Hnos. el pecado es corrosivo, y a menos que nos arrepintamos como David, nos seguiremos sintiendo sucios, teniendo dudas, y sin el poder del gozo de la salvación. Pero podemos sentirnos limpios, seguros y gozosos si confesamos nuestro pecados.

1Jn.1:8-9 “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros.  -Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad”.

¿Cómo estamos andando en este día?   —Meditemos en nuestro andar con Dios.