Testimonio de Rosa Pinyol

De la Iglesia Bautista Bíblica de Castellbisbal

Primeramente quería dar gracias a Dios por el privilegio que tengo de poder compartir con los lectores de esta revista como Cristo cambió mi vida.

Para empezar diré que nací en el seno de una familia católica no practicante, aunque sí muy influenciada por esta religión. Viviendo en un pueblo pequeño todos los vecinos se conocían lo cual era un condicionante muy grande en la forma de proceder de cualquier vecino. Esta aclaración creo que es muy importante ya que puede ayudar a entender un poco más el contexto en el que se desenvolvió mi conversión a Cristo.

A finales de los años 60 mi padre empezó a “buscar algo” que diera sentido a su vida. Esto le llevó a preguntar entre los Testigos de Jehová y otras personas conocidas como religiosas. Cierta vez llegaron a nuestro pueblo unos “protestantes” los cuales no se avergonzaban de su fe, pasaron el verano allí y esto se repitió por algunos años consecutivos. Gracias al testimonio de estos creyentes mis padres empezaron a asistir a la iglesia evangélica y en el año 1973 aceptaron a Cristo como su Salvador  personal. Este cambio en su vida trajo  también un cambio a la vida familiar, ya que ahora toda la familia asistía a la iglesia Evangélica para escuchar el Evangelio predicado. Fue entonces cuando yo empecé a escuchar la verdad de la salvación por fe de una forma  más clara y frecuente.

Durante cinco años yo creía ser creyente pues escuchaba la Palabra de  Dios y no  dudaba de que todo lo que me enseñaban era verdad.   Al ir transcurriendo el tiempo me fui dando cuenta de que no era solamente aceptar todas esas historias como verdaderas sino que había algo más. Debo confesar que en mi interior no había paz, cada vez estaba más intranquila, y llegué a entender que yo no era una verdadera cristiana.

Así llegué a la adolescencia y fue a los trece años que  comprendí la Gracia de Cristo. Un sábado frío de Febrero asistí  a una reunión especial de Evangelismo y Dios usó al predicador para hacerme ver la gran necesidad de mi alma.  Comprendí que estaba perdida en mis delitos y pecados y que todas mis justicias eran como trapos de inmundicia ante Dios (Isa. 64:6). Ese día Dios me salvó, y no hay duda  alguna de que esto es una realidad en mi vida. La  Biblia nos dice “Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre  Dios y los hombres, Jesucristo hombre” (1 Timoteo 2:5), Cristo es el único que puede librar el alma de la esclavitud del pecado, Él es el único que puede mediar entre Dios el Padre y nosotros, viles pecadores. Otra cosa muy importante que debemos entender es “porque por gracia sois salvos pos medio de la fe; y eso no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe” (Efesios 2:8,9).El gran amor de Dios hacia mí y su misericordia me salvaron y será lo mismo contigo si así aceptas tu condición de pecador delante de Dios y tu gran necesidad de recibir su bondad que puede salvar.

Muchos días han pasado desde ese día glorioso en que Dios me salvó. La vida ha traído muchas cosas buenas y otras más difíciles de comprender, pero puedo decir sin duda alguna que el Señor Jesucristo no me ha dejado ningún momento, siempre está conmigo guiando mis pasos. “Te haré entender, y ti enseñaré el camino en que debes andar; Sobre ti fijaré mis ojos” (  Salmo 34:8), esta promesa es verdadera, porque el Señor siempre cumple con su palabra.

Para terminar quería compartir un pasaje bíblico que el Señor me dio poco tiempo después de salvarme de la condenación eterna. Es un pasaje que por decirlo en pocas palabras Dios me lo recuerda con frecuencia para hacerme dar cuenta que debo depender de Él  en todo. Me ayuda a mantener la vista espiritual en el lugar correcto y así no dejarme llevar por los quehaceres de esta vida. Este pasaje se encuentra en el libro de Job capítulo 23 y versículos10 al 13 y dice así “Mas él conoce mi camino; Me probará, y saldré como oro. Mis pies han seguido sus pisadas; Guardé su camino, y no me aparté. Del mandamiento de sus labios nunca me separé;  guardé las palabras de su boca más si él determina una cosa, ¿quién lo hará cambiar? Su alma deseó, e hizo. El, pues, acabará lo que ha determinado de mí;  Y muchas cosas como estas hay  en él.”