miércoles, noviembre 1

¿Soy yo, Señor?

Mat.26:21-25

Siendo este un pasaje muy conocido podríamos intentar sacar alguna conclusión para nosotros.

Lo primero que me llama la atención es que cada uno de los discípulos le preguntan a Jesús: “¿Soy yo, Señor?”

El hecho de preguntar cada de ellos “¿Soy yo, Señor?”, significa que cada uno reconocía, que aun sin saberlo, podría ser él mismo quien le traicionara. —Esto nos habla de un autoexamen personal.

Cuando escuchamos algo en la predicación no pensemos que debe ser para otro porque tú no te reconoces.

Pero debemos preguntarnos delante de Dios: ¿Soy yo, Señor? Este pecador de quien se habla ¿Soy yo? 

Este de quien se dice que está en necesidad de Cristo: Señor, ¿Soy yo?

Esto de que se está hablando, ¿lo dices por o para mí?

No tratemos de justificarnos delante del Señor pensando: “ése no soy yo”.

Hace falta ser humilde para pensar que podrías ser tú.

Si ellos hubiesen tratado de justificarse quizá hubiesen dicho: “¡Señor, yo no!”.

¿Recordáis cuando el Señor Jesús dijo que Pedro le negaría? —¿Qué fue lo que respondió Pedro?

“Señor, dispuesto estoy a ir contigo no sólo a la cárcel, sino también a la muerte”. —O sea, “¿Yo?, no.

Luc 22:34 “Y él le dijo: Pedro, te digo que el gallo no cantará hoy antes que tú niegues tres veces…”.

Quizá os preguntéis por qué estoy hablando de este tema.

Pues lo refiero porque de veras no sabemos de lo que podríamos ser capaces. —No conocemos nuestro corazón.

Creo que Pedro era sincero al decir: “dispuesto estoy a ir contigo no sólo a la cárcel, sino también a la muerte”.

Pedro no se sentía capaz de hacer tal atrocidad de negar a su Señor. —¡Antes, morir!

Sin embargo, el Señor le dijo que sería capaz de negarle tres veces casi seguidas.

Esto que el Señor le dijo era algo que el mismo Pedro desconocía de sí mismo.

Él no podía pensar que esto pudiese estar en su corazón.

Los discípulos sabían que el “Señor” conoce los corazones mejor que nosotros mismos.

Por eso David escribe: “Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; Pruébame y conoce mis pensamientos; 

24 –Y ve si hay en mí camino de perversidad, Y guíame en el camino eterno”, Sal.139:23-24.

Es por eso que, cuando escuchamos algo que nos parece imposible que nosotros pudiéramos llegar a hacer, debemos cuestionarnos, diciendo: “¿Soy yo, Señor?”.  ¿Lo dices por mí, Señor?

Esto denotaría que no estamos tan seguros de nosotros mismos. —De nuestra carne; de nuestros sentimientos.

Denotaría un sentir de humildad y de estar prestos a pedir al Señor que nos ayude.

Denotaría que sabemos que nuestro corazón es engañoso y perverso, pero que el Señor lo conoce.

Resulta llamativo que el último en preguntar fue el propio Judas.

Desde que el Señor dijo: “De cierto os digo, que uno de vosotros me va a entregar”, Mat.26:21.

Judas supo que se estaba haciendo referencia a él. —Pero se hacía el desentendido.

Al final, después de preguntar cada uno de los once si sería él el traidor, entonces Judas se vio obligado a preguntar también.

Judas sí sabía lo que había en su corazón: Él entregaría al Señor Jesús por 30 piezas de plata.

Para concluir, algo que me llama también la atención es que cada uno de los once discípulos le dice a Jesús: “¿Soy yo, Señor?”.

Sin embargo, cuando Judas le pregunta no le dice ¿Soy yo, Señor?, sino que le dice: “¿Soy yo, Maestro?”

Pienso que el Señor Jesús era las dos cosas: Señor y Maestro, sin embargo, a mi juicio el nombre Señor es superior al de Maestro.

Tomemos un ejemplo sobre esto en el evangelio de Lucas.

Luc.5:5-8 Cuando el Señor Jesús le dijo a Pedro que echara las redes, él respondió: Maestro, toda la noche hemos estado trabajando, y nada hemos pescado…”, aún así echó la red. Pero cuando vio lo que habían pescado, cayendo de rodillas dijo: Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador”

Vemos la transición que hace Pedro: Primero le llama Maestro, pero luego se rinde y le llama Señor.

Lo mismo le ocurrió a Tomás cuando vio y creyó. Le dijo: “¡Señor mío, y Dios mío!”, Jn.20:28.

Pero la Palabra de Dios dice: “y nadie puede llamar a Jesús Señor, sino por el Espíritu Santo”, 1Cor.12:3.

También leemos: “para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; 11 – y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre”, Fil.2:10-11.

Parece que Judas en su corazón no pudo llamarle Señor, y le llamó Maestro.  —¿Cómo le llamas tú?

Y recuerda, cuando oigas algo que parece que sea para otro, piensa: “Soy yo, Señor”. “¿Es para mí, Señor?”

Porque no sabes qué hay en lo profundo de tu corazón.

Ten un corazón humilde y guarda en él lo que oyes, quizá luego, más adelante, te haga falta.