Mandamientos o amor

Jn.14:15-23

Este es un pasaje muy interesante. —Y lo vamos a ver desde la perspectiva de los mandamientos y el amor.

Veamos estas tres frases en las que nos vamos a basar:

Ver.15 “Si me amáis, guardad mis mandamientos”.

Ver.21 “El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama”.

Ver.24 “El que no me ama, no guarda mis palabras”.

Hay dos cosas en las que podemos reparar en estos versículos:

  1. Que el Señor habla de “mis palabras” y “mis mandamientos” como sinónimas.
  2. Lo segundo que vemos es que el que ama al Señor, guarda sus mandamientos; el que no le ama, no guarda sus mandamientos.

—Ahora bien, sé que esto último es una obviedad, pero es necesario recordarlo.

Nuestro amor al Señor se mide por cuánto obedeces sus mandamientos.

Y pensando en esto, debemos preguntarnos cada uno de nosotros: ¿Cuánto le obedezco?

¿Cuánto de lo que él me dice o me manda obedezco?

Jn.7:24 “No juzguéis según las apariencias, sino juzgad con justo juicio”.

Mat.5:37 “Pero sea vuestro hablar: Sí, sí; no, no; porque lo que es más de esto, de mal procede”.

Mat.22:21 “Dad, pues, a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios”.

Esto significa que hay que pagar los impuestos al César, y a Dios le hemos de dar lo que es suyo.

Este es uno de esos mandamientos que abarcan mucho.

A César le debemos los impuestos, aunque no nos guste.

Pero, ¿qué hay que darle a Dios? —Debemos darle lo que es suyo. —Y ¿qué es suyo?

Hnos. y amigos, todo es suyo. Tu vida, tu alma, tu cuerpo, tus posesiones, tu salud, tu familia…

El Señor nos dice que no dejemos de congregarnos: —Tengas las excusas que tengas. —Razones si, escusas no.

El Señor también nos dice que nos amemos los unos a los otros.

Y la lista podría seguir… — Pero hemos de preguntarnos si le amamos de veras.

Los versículos que hemos leído al principio son muy claros:

“El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama”.

“El que no me ama, no guarda mis palabras”. —Todo se reduce a esto mismo.

Lo que pasa es que tenemos verdadera fobia a la palabra mandamientos.

Estamos tan inmersos en la era de la gracia, que desechamos todo lo que se llama “mandamiento”.

Pero es que los cristianos no debiéramos mirar lo que el Señor nos dice como pesados mandamientos.

Más bien debiéramos verlos como un mero hacer las cosas que agradan a Aquel a quien amamos.

Una mujer iba varias veces a la semana a limpiar y hacer las cosas que el dueño le dejaba escrito en un papel.

Así estuvo por mucho tiempo sin llegar a conocer a su jefe.

Un día él llegó a casa mientras ella todavía estaba haciendo lo que tenía en la lista.

Pero, aquel día se conocieron y fue el principio de una relación que acabaría en boda.

Después del viaje de bodas, al primer día que él se fue a su trabajo, le dejó la lista de tareas como solía hacer antes.

Entonces, ella, a ver la nota que le estaba escribiendo, le dijo: “Cariño, no hace falta que me dejes la lista; yo sé lo que a ti te gusta, no te preocupes, vete tranquilo”.

Esta pequeña historia tiene mucho que enseñarnos.

Aquella mujer ahora ya no necesitaba una lista, hacía lo que estaba en la lista sin la lista, y más.

Conocía a su esposo y sabía bien que es lo que él esperaba de ella.

Su deseo no era ir tachando las cosas que hacía de la lista. —Ahora lo hacía todo para complacerle.

Hnos., aquellos que conocemos al Señor hacemos lo que está en la lista de sus mandamientos para obedecer.

Ahora lo hacemos todo porque le amamos.

Y en esto se conoce a los que aman a Cristo. —Recordemos: “El que no me ama, no guarda mis palabras”.

—“El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama”.

Aquel que ama al Señor no necesita la lista para ir tachando lo que hace en su obediencia.

Aquel que le ama hace todo eso y más porque le ama.

Hnos., no olvidemos estas cosas. —No podemos ser remilgos a la hora de agradar al Señor.

Si de veras le amamos, haremos las cosas que él quiere, pero con amor, no con pesar.

El Señor Jesús nos dice: “Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga”.

La única manera en que Su yugo es fácil y Su carga ligera es obedecerle y servirle por amor. —Para agradarle.