Lo que tengo te doy

Hch.3:1-10

Este relato nos habla del segundo milagro que hicieron los discípulos después de la ascensión del Señor. El primero fue el hablar en lenguas inteligentes sin conocerlas. —Hch.2Notemos que debido al primer milagro, 3.000 personas fueron salvas. —Hch.2:41

Ahora debido a la sanación de aquel hombre cojo delante del Templo a las 3 de la tarde, 5.000 hombres fueron salvos y bautizados. —Hch.4:4 Lo que me ha parecido relevante en esta ocasión es la frase que Pedro dijo al cojo: “…lo que tengo te doy”El cojo le estaba pidiendo limosna —algo físico, a poder ser, dinero.  Pero ni Pedro ni Juan tenían dinero para darle. —Le dieron de lo que tenían. Y le dieron lo mejor que podían darle. —La sanación de su problema. El cojo estaba allí sentado a la puerta llamada La Hermosa.

Nos dice el Ver.2: “Y era traído un hombre cojo de nacimiento, a quien ponían cada día a la puerta del templo que se llama la Hermosa, para que pidiese limosna de los que entraban en el templo”.

Notamos que era un hombre totalmente dependiente. —Le llevaban y le traían. —No se valía por sí mismo. Un hombre sin esperanza de andar en toda su vida.  Era cojo de nacimiento. Toda su vida la había vivido esperando que le llevasen y le trajesen. Y esa era su esperanza también para el resto de su vida. Pero en este hombre se cumplió la palabra que dice el Señor: —Pedid y recibiréis. Este hombre recibió tras haber pedido. —Sin embargo, no recibió lo que pedía.

Él pedía dinero, pero recibió algo mucho mejor de lo que pedía. —¡Fue sanado! Pedro y Juan no tenían más que una cosa: —El poder de Dios para sanarle.

No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy; en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda”.

Este hombre puede ser un tipo del hombre de hoy. —Un hombre dependiente de las religiones que le llevan y le traen;   —y esclavo de su mal. La religión solamente le llevaba a la puerta del Templo. —No le podía llevar a los atrios de Dios. Impedido como estaba, tenía que conformarse con lo que hacían con él. 

Hnos. estamos en un mundo sin esperanza. —Que se tiene que conformar con estar a la puerta del Templo. A las puertas hermosas de la religión.  —Pero que nunca entra en la presencia de Dios. Sin embargo, este mundo puede recibir algo mucho más importante que el dinero, el poder y la fama.  El poder para ser independiente de sus pecados, —de sus egoísmos, —de sus intereses materiales. Puede recibir el don de la salvación que le liberta de sus ataduras y le hace libre. —¡Verdaderamente libre!

El Señor dijo: “y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”. Y también: “Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres”.

El hombre pedía lo que Pedro y Juan no tenían. Pero lo único que tenían era precisamente lo que necesitaba. El poder de Dios que está en el Hijo para dar libertad a los cautivos. Es cierto que la gente en nuestro país no anda pidiendo limosnas, aunque si hay algunos. Una cosa es lo que pide y otra muy distinta, lo que realmente necesita. Nosotros podemos y debemos hacer lo que hizo Pedro. — “lo que tengo te doy”.

Y ¿qué es lo que tenemos? —No tenemos oro ni plata, pero tenemos a Jesucristo de Nazaret. Tenemos el evangelio que es poder de Dios para salvación. Tenemos las buenas nuevas de salvación para este mundo sin esperanza. Conocemos al Cristo de toda esperanza, en quien hay poder para libertad de la esclavitud.

Hnos., alrededor nuestro hay muchos que están pidiendo con gritos silenciosos alguna limosna: Un poco de comprensión, un poco de atención, un poco de amistad…  Pero nosotros, además de todo esto podemos darles algo mucho mejor. Algo que tenemos. El evangelio de la salvación. Todos tenemos gente alrededor nuestro: vecinos, familiares, compañeros de Colegio, de Instituto, de Universidad, de trabajo… Es necesario que oigamos que están pidiendo. Es cierto que no piden lo que realmente necesitan.

Han nacido “cojos espirituales”. —Fueron concebidos cojos al igual que nosotros un día. Sería bueno que pensásemos en alguien por unos momentos, Alguien que sabes que está pidiendo en silencio. Y oremos por él o ella unos momentos. Y luego vayamos a ellos para darles lo que necesitan.