miércoles, noviembre 1

La iglesia local y su sostenimiento

Por Alejandro Sánchez

Este es un tema del que algunos hacen demasiado énfasis y otros ninguno, perdiendo así el equilibrio que debe haber en este tema. Con esto no quisiéramos retraer de su importancia, ya que consideramos que los diezmos de los creyentes traídos a la iglesia local son el medio y la forma de provisión que Dios provee para el sostenimiento de sus iglesias y por consiguiente, de las iglesias locales.

Hay pastores que no hablan de dinero en sus púlpitos por considerarlo un tema poco espiritual. Otros, lo hacen demasiado a menudo. Nosotros, sin querer caer ni en un lado ni en el otro, entendemos que debe haber la enseñanza a los fieles sobre estas cuestiones.

Una de las preguntas con las que deben enfrentarse aquellos que niegan el diezmo es con el pasaje en el que vemos a Abraham ofreciendo los diezmos a Melquisedec. Nos dice Génesis 14.20: “Y le dio Abram los diezmos de todo”.

Y la pregunta es esta: ¿de dónde sacó Abraham la idea de dar el diezmo?

La Ley no existía. Todavía faltaba mucho para que Moisés naciese y luego tuviese los ochenta años que tenía cuando la recibió de mano de Dios.

Muchos insisten en que los diezmos son parte del sistema de la Ley Mosaica. Pero el versículo que acabamos de referir no tiene nada que ver con la Ley; es muy anterior.

Por otro lado, si no hemos de hacer caso a lo que la Ley diga, ¿por qué es que todavía debemos honrar y obedecer a los padres; no debemos matar; ni robar, ni cometer adulterio, etc.

Leamos Mateo 22:36-40. Aquí el Señor Jesús responde: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento”, está encerrando los primeros mandamientos de las Dos Tablas, pero también tienen que ver con muchos otros que no están en los Diez Mandamientos.

Lo mismo es con la respuesta, “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Esto también encierra todos los mandamiento que tienen que ver con el prójimo, ya sean de los Diez o de todos los demás. Y las últimas palabras del Señor lo dejan muy claro: “De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas”. Estos dos mandamientos encierran todo el Antiguo Testamento.

Si leemos en Levítico capítulo 19 nos daremos cuenta de que se refieren muchos mandamientos que tienen que ver con amar al prójimo, y estos no están en los Diez Mandamientos.

A pesar de los malos ejemplos que tenemos en Génesis con relación al adulterio, podemos ver que Dios había dejado esto bien claro antes de la Ley.

En Génesis 20:1-7 leemos sobre este caso en el que Abimelec, rey de Gerar, estuvo a punto de cometer  adulterio. Estaba, pues, muy claro que el adulterio no era aceptable delante de Dios. Este mandamiento pasa desde antes de la Ley, por medio de la Ley y hasta el final de los tiempos.

Y lo mismo ocurre con el diezmo; fue antes de la Ley, pasa por la Ley y va hasta el final de los tiempos. Sencillamente tiene que ver con agradar a Dios. Lo que Dios hace es incorporarlo a las leyes escritas.

Los sacrificios no comenzaron con la Ley, sin embargo, fueron recogidos y esquematizados en la Ley escrita. Pero estas cosas que provienen de antes de la Ley, pasan por la Ley y trascienden hasta nuestros días. Son formas de agradar a Dios.

Por cierto, podemos ver también a Jacob, nieto de Abraham, que sigue con la misma idea. En Génesis 28:22, leemos lo que Jacob dijo a Dios: “…y de todo lo que me dieres, el diezmo apartaré para ti”. Jacob no promete el diezmo al Señor por obediencia a la Ley. No existían los Diez Mandamientos, ni todos los demás. Él le promete el diezmo por gratitud.

Vale notar también, por otro lado, que los levitas recibían los diezmos de la congregación, pero ellos a su vez no estaban exentos de ofrecer sus diezmos. Fijémonos que ni ellos estaban exentos.

Números 18:26-29 “Así hablarás a los levitas, y les dirás: Cuando toméis de los hijos de Israel los diezmos que os he dado de ellos por vuestra heredad, vosotros presentaréis de ellos en ofrenda mecida a Jehová el diezmo de los diezmos. Y se os contará vuestra ofrenda como grano de la era, y como producto del lagar.  Así ofreceréis también vosotros ofrenda a Jehová de todos vuestros diezmos que recibáis de los hijos de Israel; y daréis de ellos la ofrenda de Jehová al sacerdote Aarón. De todos vuestros dones ofreceréis toda ofrenda a Jehová; de todo lo mejor de ellos ofreceréis la porción que ha de ser consagrada”. 

Un pensamiento antes de concluir. Resulta curioso que tanto Abraham como Moisés son los que más se refieren en el Nuevo Testamento. Pero resulta más significativo todavía que Abraham y no Moisés, sea presentado como el padre de la fe.

-Abraham pertenecía al pueblo escogido por Dios antes de la circuncisión. -Abraham fue justificado por la fe antes de la Ley.

-Abraham dio sus diezmos antes de la Ley.

-Abraham sacrificó antes de la Ley.

-Y Abraham es puesto como ejemplo para los creyentes de los últimos tiempos. No fue perfecto, pero fue un hombre de fe.

 

Retraer el diezmo al Señor, es robar a Dios de lo que es suyo, y robarte tú mismo las bendiciones que de lo Alto vendrían sobre ti.

El razonamiento es sencillo. El principio antiguo sigue operando de forma lógica y natural. Los diezmos sostenían al Tabernáculo y los que en él trabajaban. Por qué habría de ser diferente en el tiempo de la Iglesia. ¿A caso no tienen necesidades las iglesias locales y sus siervos para que retraigamos lo que el Señor nos enseña antes de la Ley?

En 1Corintios 9:7-14, leemos: “¿Quién fue jamás soldado a sus propias expensas? ¿Quién planta viña y no come de su fruto? ¿O quién apacienta el rebaño y no toma de la leche del rebaño? ¿Digo esto sólo como hombre? ¿No dice esto también la ley? Porque en la ley de Moisés está escrito: No pondrás bozal al buey que trilla.¿Tiene Dios cuidado de los bueyes,  o lo dice enteramente por nosotros? Pues por nosotros se escribió; porque con esperanza debe arar el que ara, y el que trilla, con esperanza de recibir del fruto. Si nosotros sembramos entre vosotros lo espiritual, ¿es gran cosa si segáremos de vosotros lo material? Si otros participan de este derecho sobre vosotros, ¿cuánto más nosotros? Pero no hemos usado de este derecho, sino que lo soportamos todo, por no poner ningún obstáculo al evangelio de Cristo. ¿No sabéis que los que trabajan en las cosas sagradas, comen del templo, y que los que sirven al altar, del altar participan? Así también ordenó el Señor a los que anuncian el evangelio, que vivan del evangelio”.

¿Podríamos decir que el apóstol Pablo pertenecía al Antiguo Pacto? ¿Por qué entonces nos refiere al templo? Pero Pablo no se queda en el templo, si no que toma la analogía y lo aplica al tiempo de la Iglesia.

Por otro lado, volviendo a Abraham se debe notar que su diezmo lo ofreció Abraham, no a cualquier ONG que pudiese encontrar en su tiempo; lo llevó a Melquisedec, quien era rey y sacerdote. Cabe señalar que el sacerdocio tampoco existía en aquellos tiempos. ¿De dónde salió este sacerdote?

Melquisedec es un tipo de Cristo en la tierra. No tiene principio ni fin de vida; no tiene genealogía, ni padre ni madre y vive para siempre. ¿Qué otro sacerdote como este ha habido jamás? No era del orden de Aarón, porque el sacerdocio aarónico había de pasar. Pero este sumo sacerdote llamado en Hebreos Rey de justicia, Rey de Salem y Rey de paz, es un ministerio perpetuo. ¿Y quién puede tener un sacerdocio como este? Solamente el Señor Jesucristo, el Hijo de Dios, el verdadero Rey de paz y de toda justicia. A Él entregamos nuestros diezmos tal como lo hiciera Abraham, padre de los que son de la fe. El libro de Romanos, en el capítulo cuatro, nos habla de esto. Él es el padre de los de la incircuncisión y padre de todos nosotros; los de la fe. Ahora bien, si él que es nuestro padre de la fe, antes de la Ley dio sus diezmos, ¿por qué no imitarle tanto en su fe como en sus hechos?

El desarrollo de la enseñanza concerniente a los diezmos se encuentra en el tiempo mosaico, de igual modo que lo concerniente a la inmoralidad (Lev.20) y el adulterio, como ya vimos. Estas son líneas que trascienden más allá incluso del Nuevo Testamento. Y esto sucede mismo sucede con el diezmo.

Más que otra cosa y por encima de todo, el dar el diezmo o negárselo al Señor es cosa del corazón del creyente. Los hay que dicen: Todo para mí, y de ahí daré algo (casi como una limosna) a la iglesia local.

Otros dicen: Nada es mío realmente; todo está provisto por Dios para mí, mi familia y mi iglesia. El noventa por ciento es para mí y mi familia, y la décima parte para mi Señor y su iglesia; porque a Él le pertenece todo.

El asunto del diezmo es un asunto gratitud a Dios. No tiene que ver con la Ley, sino con el amar a Dios sobre todas las cosas.

El asunto del diezmo se decide en el corazón, lo mismo que la obediencia.

Abraham no obedeció la Ley al dar sus diezmos; y tú tampoco.

Debemos recordar que es la forma en que Dios provee para el sostén de su Iglesia.