El Fundamentalismo Está Muriendo: Nosotros Lo Estamos Matando.

Las líneas que definen a los fundamentalistas ya hace tiempo que se están borrando.

Pero el problema no lo están causando los neo-evangélicos. Sino los propios llamados fundamentalistas.

El problema radica primeramente en que no todos los que se dejan llamar fundamentalistas lo son en realidad. Por eso digo que se dejan llamar. Aceptan que se les ponga dentro del “paquete”, pero nunca proclamarán que los son o lo han sido nunca. Una vez me dijo uno de esos que se dejan llamar fundamentalistas que él era fundamentalista pero no militante. Y me pregunto desde aquel día: ¿cómo se puede ser una cosa sin ser la otra? Una de las definiciones del fundamentalista es que es militante. Por otro lado, ya el simple cristiano debería ser militante. Estamos en una batalla y hay que militar.

Creo que estamos confundiendo el ser independiente con el ser fundamentalista. Pero ambos conceptos pueden llegar a ser antagónicas. El ser o pertenecer a una iglesia denominada Independiente, no nos indica de ningún modo que el pastor o la iglesia sea fundamentalista en su línea. La definición de “Independiente” tiene que ver con la no pertenencia a ninguna asociación u organismo de quien se dependa. Sin embargo, la palabra “Fundamentalista” tiene que ver con la línea y las convicciones de dicha iglesia y de su pastor.

Si el pastor de una iglesia independiente no practica la separación tanto personal como eclesiástica de la mundanalidad (en colaboración, doctrina,  métodos, música, vestir, etc.) o de los grupos que promueven la infiltración y el ser como el mundo, ¿el mero hecho de ser independiente le convierte en fundamentalista? ¡No! Usando la expresión de Pablo: ¡En ninguna manera!

Hemos dicho que el problema radica primeramente en que no todos a los que se les llama fundamentalistas lo son en realidad. Pero al decir primeramente inferimos que hay otras causas. Examinemos otra de ellas.

Otra causa es que, hablando, por supuesto, en términos generales, recibimos las influencias de los neo-evangélicos a través de la lectura de su literatura. Admito que no prolifera la literatura cristiana fundamentalista, pero quizá sea porque nos conformamos con los libros y autores neos. No damos atención a los libros escritos por escritores fundamentalistas. Nos satisfacen los libros de ellos. Son más populares, más fáciles de encontrar porque sus nombres venden. Las librerías se cargan de sus libros porque tienen casi asegurada su venta. Podemos nombrar a Rick Warren, John Piper, Tim LaHaye, Max Lucado, Philip Yancey entre otros muchos. A más de estos, podemos encontrar a algunos que incluso se afilian a institutos declaradamente neo-evangélicos para sacar sus títulos reconocidos por todos los demás neos. Otros, les invitan a sus conferencias, como acabo de leer en un mensaje. El Sr. David Burt ha sido invitado a una conferencia de jóvenes (¿fundamentalistas?). Y lo peor es que seguramente muchas de las iglesias llamadas fundamentalistas enviarán a sus jóvenes. ¡Qué lástima que se haya perdido la visión! O, ¿es que quizá nunca la hubo?

Admitimos todo por amor al hermano. Luego colaboramos con él o ellos por amor a la unidad. Buscamos las mil y una excusas para no separarnos mientras su influencia se va calando por los poros de nuestra alma. La Separación Bíblica que muchos proclaman acaba por no verse por ningún lado. Admitimos la metodología del mundo, sus sistemas, su música con el “bit” del rock respaldando la melodía contemporánea y sensual en nuestras iglesias, la forma informal de vestir del mundo, su lenguaje y sus modales… Pero no queremos separarnos por los lazos familiares, de amistad, de conveniencia, etc. Pero la Separación Bíblica es amar a Dios sobre todas las cosas, y separarnos de las que no le gustan a Él.

Creo que se hace menester que se delimite al verdadero fundamentalista. Soy consciente de que este concepto está empobreciendo día a día. Pronto no habrá más que una lejana memoria de lo que un día fue el movimiento. Pero el corazón del fundamentalista no debería morir nunca, mientras el Señor no venga a buscarnos.