El Diezmo

Por Pedro Pinyol

“Traed todos los diezmos al alfolí, y haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y vaciaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde.” Malaquías 3:10

¿Es el diezmo una enseñanza Antiguo Testamentaria solamente, o también el Nuevo Testamento enfatiza y enseña el diezmo? ¿Es el diezmo una ley aplicable solo al pueblo de Israel en el Antiguo Pacto, o el nuevo pacto enseña el mismo principio para el creyente? ¿Nuestros donativos deben ser guiados por el impulso o la emoción del momento o por el principio y las convicciones Bíblicas? ¿Nos ha dejado Dios a la guía de nuestra amabilidad y generosidad o nos ha dado Dios principios que deben regir nuestro Dar? ¿Ha mostrado Dios alguna directriz en cuanto a su deseo para devolverle aquello que nos da, o nos ha otorgado alguna guía particular sobre como debemos dar? Sin duda alguna estas son preguntas que han venido al corazón de todo creyente sincero que desea buscar obedientemente la voluntad de Dios para su vida en cuanto a los asuntos económicos se refiere. La Biblia es la lámpara del creyente y todo cuanto necesita para andar en su vida cristiana se encuentra allí especificado. Es entonces nuestro deber estudiar en las Escrituras lo que éstas enseñan sobre la ofrenda, el diezmo y la ofrenda de Sacrificio. Miembros de mi propia Iglesia me han hecho estas preguntas, algunos no creían que el diezmo fuera enseñado en el Nuevo Testamento, pero había algo en su corazón que no les daba paz al respecto. Era necesario estudiar con profundidad las Escrituras para ver en las mismas lo que Dios tiene que decir sobre nuestras finanzas.

Este es el propósito del presente escrito. No es llamar a la polémica sino a la investigación sincera de lo que enseñan las Escrituras sobre el dar. Cualquier creyente que ame al Señor se ve guiado a investigar y obedecer la Palabra. Este escrito no es meramente mi propia opinión respecto a un tema Bíblico sino la exposición de lo que la Biblia enseña sobre el diezmo. Querido lector, puedes estar de acuerdo o no con mis conclusiones, pero recuerda que nuestra opinión sincera debe basarse en lo que la Biblia dice y no en los dictados de nuestro corazón o el mero opinar de nuestras conclusiones. Te ruego estudies con cuidado el presente escrito para que el Señor lleve a tu corazón convicciones fuertes basadas en Su Palabra. Ya desde un principio el Señor enseñó que una de las primeras responsabilidades del creyente es dar al Señor una ofrenda en gratitud de todo lo recibido por el creador. Desde Adán hasta el momento en que Dios dio la Ley pasaron más de 25 siglos, sería un error pensar que durante todo este tiempo Dios dejó sin dirección a sus santos respecto a su voluntad especifica en relación con las ofrendas y sacrificios al Señor y la gran bendición de las mismas. Un estudio minucioso del Génesis nos mostrará claramente la revelación clara y especifica que Dios dio a sus santos en las primeras páginas de las Escrituras mucho antes que apareciera el sistema legislativo del Sinaí (ver. Génesis 18:19). Esta revelación primera parece haberse centrado en tres puntos específicos:

  1. La Ofrenda de Sacrificios a Dios.
  2. Guardar el Sábado.
  3. Diezmar.

Es bien cierto que no podemos marcar en nuestras Biblias en estos primeros días de la revelación divina ningún versículo que diga “Así dice el Señor…” respecto a ninguno de estos tres temas, pero también es cierto que el estudio de lo que ha quedado registrado muestra inequívocamente la necesidad de inferir que existía este mandato dado por Dios directamente a sus santos y que estos conocían perfectamente lo que debían hacer para agradar al Señor. (comparar Génesis 26:5).

1. La Ofrenda de Sacrificios a Dios.

Tomemos como primer ejemplo la ofrenda de Sacrificios a Dios. Podemos imaginarnos que al hombre se le hubiera ocurrido dar a Dios una ofrenda de Sangre, en holocausto, si no hubiera recibido claras instrucciones al respecto. Aún las tribus paganas conocen esta verdad y la presentan de forma errónea, retorcida, y aberrante. Sin embargo vemos claramente en la Biblia que Abel, Noe, Abraham y otros muchos trajeron a Jehová Dios un animal y se lo dieron en Sacrificio de sangre. Debemos ante esto presuponer que Dios les había dado anteriormente las instrucciones mostrándoles que esta era su Voluntad clara y especifica. (Comparar Hebreos 11:4 y Romanos 10:17).

2. Guardar el Sábado.

Lo mismo ocurre con el principio de guardar el día de reposo, o Sabath. Hay muy poco escrito en los primeros capítulos del Génesis que indiquen que Dios mismo estableció un día entre siete para ser dedicado al descanso, y que hizo una ley para que todas sus criaturas lo guardaran. Aún así hay claras indicaciones de que lo debió hacer pues de otra manera no podríamos entender ni explicar como los Santos de esta época guardaron y honraron el Sabath. Cuando Dios dio los diez mandamientos en Sinaí, Dios no les ordenó que guardaran el Sábado, sino les dijo que “se acordaran” del día de reposo. Esto indica dos cosas, la primera es que la mente de Dios respecto al sábado ya había sido revelada desde un principio, y la segunda es que los padres de estos Israelitas habían olvidado ese día (ver. Ezequiel 20:5-8 y Ex. 16:26-28). Mantengamos en mente que esto estaba pasando bajo un periodo de “Gracia” antiguo Testamentaria en medio de las dispensaciones del Gobierno humano y la Conciencia, cuando la ley Sinaítica aún no había sido dada.

3. El Diezmo.

Lo mismo ocurre con el principio del diezmo. En las 7 primeras páginas del génesis encontramos bien poco sobre esta verdad y no podemos colocar nuestro dedo sobre un versículo que diga específicamente “así dice el Señor”, es decir sobre un mandamiento especifico donde Dios revelara so voluntad especifica y demandará a sus hijos que dieran la décima parte de todas sus entradas, pero una vez más no nos sería posible entender todo lo que precede a estos primeros capítulos del Génesis sin presuponer que Dios hubiera revelado su corazón y manifestado su voluntad en cuanto a este tema. Leemos en Génesis 14:20, “…Y Dio Abraham los diezmos de todo”. Abraham dio el diezmo a Melquisedec. La Biblia no nos dice por qué lo hizo, la Biblia no nos dice que Dios pidiera a Abraham que lo hiciera, pero el hecho que la Biblia lo menciona de esta manera manifiesta y claramente implica que lo estaba haciendo en obediencia a la voluntad de Dios y que Abraham estaba realizando aquello que era de esperar. Y esto acontecía quinientos años antes que la ley fuese dada.

El Diezmo en Génesis 28:19-22.

Miremos el texto y el contexto de este pasaje. Jacob buscando la aprobación, voluntad y dirección de Dios para su vida afirmó que como muestra de agradecimiento y buscando la bendición de Dios prometió al Señor el diezmo. En ningún lugar dice la Escritura del porque él escogió justamente la decima parte de todo cuanto recibiera, pero el hecho de que lo hizo implica que conocía tal vez por revelación la mente y corazón de Dios sobre este asunto. En algún momento Jacob había entendido que el diezmo debía ser dado al dador de todo cuanto poseemos. Jacob dio el 10% al Señor cuando todavía no había una revelación escrita especifica al respecto, cuando la Ley no estaba aun sellada en las Tablas de piedra, pero él sabía que esto era lo que Dios deseaba.

El Diezmo en la Ley Mosaica.

Cuando llegamos a la ley Mosaica entonces descubrimos que el diezmo fue incorporado de una manera clara y especifica. (Levítico 27:30-32). Notemos que por dos veces se nos dice que el diezmo es “cosa consagrada a Jehová.” Estas palabras indican claramente que el diezmo es algo específicamente reservado para los usos del Señor, es decir una décima parte de aquello que Él nos da, se lo reserva para si, para usarlo de una manera “santa” apartada para los usos del Señor. Pero, alguien me dirá, “todo cuanto poseemos pertenece al Señor”, por supuesto. Nada de lo que tenemos es nuestro sino que todo nos ha sido dado por el Señor, lo mismo pasa con el tiempo de nuestra vida, Dios pedirá cuenta de todo momento perdido, pero Él nos “recuerda” que guardemos el Sábado, es decir que usemos parte de ese tiempo, específicamente separado en los usos del Señor. Y aquí en Levítico 27:30 se nos dice específicamente que el diezmo es del Señor, es decir que una décima parte de nuestras entradas no nos pertenece sino que es para los usos del Señor, le pertenece a Él en su totalidad.

Sostenimiento de la Familia Sacerdotal en el Antiguo Testamento.

Números 18:25-26 marca de nuevo una pauta y enseñanza. El sostenimiento de la familia sacerdotal no fue dejado a la deriva o al azar de lo que la gente buenamente quisiera darles, sino que Dios dio claras especificaciones de cómo debían ser sostenidos sus siervos. El sostenimiento para el sacerdote y su familia tenía que provenir del diez por ciento de las ganancias anuales del resto de las tribus de Israel, y los mismos sacerdotes fueron enseñados a dar a la vez el diezmo al Señor. No había excepciones a esta regla. Nos rompe el corazón al leer los libros Históricos de la Biblia y contemplar como este fue el primer mandamiento que los Israelitas olvidaron una vez entraron a poseer la tierra prometida, después de este también olvidaron cada uno de los mandamientos y especificaciones que Dios les había dado. Pero es interesante notar que después de cada avivamiento que Dios envió a la nación el diezmo fue lo primero restablecido.

Levítico 27:32, Deuteronomio 14:22-29 y 26:12 marcan el corazón de Dios respecto al diezmo. Cuando estudiamos estos pasajes a la luz de la práctica e historia judaica podemos ver que Dios les pedía que diezmaran cada año para los siervos y el ministerio de Dios. De nuevo nos habla de un segundo diezmo cada año para los fiestas especiales del Señor y las necesidades del tabernáculo o templo, pero a parte se nos habla de un tercer diezmo para los pobres o necesitados. Muchos eruditos hablan de estos tres diezmos dándoles el nombre de “el primer diezmo,” “el segundo diezmo” y “el diezmo para los pobres” (también llamado el “tercer diezmo” que formaba parte del Rosh hashanah). Según esta explicación después del primer diezmo, que tenía que ser dado a los levitas (los cuales tenían que dar un diezmo de ese diezmo a los sacerdotes), un segundo diezmo del 90% restante debía de ser dado para permanecer en el Templo de Jerusalén. Aquellos que vivían lejos de Jerusalén podían cambiar este diezmo en dinero para no tener que cargar con esa ofrenda todo el viaje y entonces entregar el dinero en el templo. Solamente alimento, bebida o aceites podían ser comprados con dicho dinero (Deut. 14:26) El diezmo del ganado pertenecía al segundo diezmo y debía de ser usado para las fiestas de Jerusalén. El tercer año el segundo diezmo tenía que ser entregado totalmente a los levitas y a los pobres. Según nos menciona Josefo en su libro de Antigüedades (IV, viii, 22) el “diezmo de los pobres” era un tercer diezmo dado por el pueblo y aún los levitas y sacerdotes, que no tenían posesión en la tierra, también estaban obligados a dar su diezmo.

Miremos en primer lugar en el libro de 2º Crónicas 30. Este capítulo recoge el gran avivamiento que hubo en días de Ezequías. Había habido un periodo de profunda apostasía en el reinado de los reyes que le precedieron, pero en los días de Ezequías Dios dio misericordiosamente un avivamiento y en el versículo 1 leemos; “Envió también Ezequías, por todo Israel y Judá, y escribió letras a Efraín y Manasés , que viniesen a Jerusalén a la casa de Jehová, para celebrar la pascua a Jehová Dios de Israel.” ¡Las cosas habían decaído tanto que incluso no habían guardado la pascua por algunos siglos! Pero cuando Dios obra para establecer un avivamiento la primera característica de dicho avivamiento es regresar a la Palabra Escrita de Dios. Esto es muy importante que quede claro en nuestras mentes y corazones. La característica de un avivamiento no es una serie de sentimientos de felicidad y gozo fugaces, ni el que más gente llene los bancos de las iglesias sino un regreso genuino del corazón de los Creyentes a obedecer la Palabra de Dios. Esta es la primera señal del avivamiento que la gente vuelve en la Gracia de Dios a una obediencia a los preceptos divinos. Esto es lo que aconteció en los días de Ezequías. El mismo escribió “cartas” a las tribus de Efraím y de Manasés para que vinieran a la casa del Señor en Jerusalén para volver a celebra la pascua santa del Dios de Israel. El capítulo 31 versículos 5 y 6 menciona el diezmo. “Y cuando este edicto fue divulgado, los hijos de Israel dieron muchas primicias de grano, vino, aceite, miel y de todos los frutos de la tierra; trajeron asimismo en abundancia los diezmos de todas las cosas.

También los hijos de Israel y de Judá, que habitaban en las ciudades de Judá, dieron del mismo modo los diezmos de las vacas y de las ovejas; y trajeron los diezmos de lo santificado, de las cosas que habían prometido a Jehová su Dios, y los depositaron en montones.” Fue entonces cuando Dios empezó a bendecirles abundantemente. Exactamente lo mismo acontece en el capítulo 10 del libro de Nehemías. Después de 70 años de cautividad en Babilonia Dios movió el corazón del rey Ciro para dejar regresar a los Israelitas a su propia tierra. En este tiempo de avivamiento de nuevo se menciona el diezmo. (Nehemías 10:34-37).

Pero avancemos un poco en el tiempo y en nuestras Biblias yendo al último libro del Antiguo Testamento en Malaquías 3:7-8 donde descubrimos que aquellos que habían regresado de la cautividad enfriaron sus corazones y se apartaron de la ley de Dios y sus mandamientos. Notemos en estos versículos como el Señor les amonesta por su desobediencia y entre otras cosas les muestra el quebrantamiento de su Ley por no haber traído las ofrendas y diezmos. Estos versículos deberían hacernos temblar con temor santo, pues de una forma solemne nos advierten que aquellos que no dan sus “diezmos” están robando a Dios. Por otra parte aprendemos de ellos que los primeros en sufrir la frialdad espiritual y la desobediencia de los Santos son los mismos ministros de Dios.

EL DIEZMO EN EL NUEVO TESTAMENTO

Solamente Dios tiene la prerrogativa de decir cuanto de nuestras ganancias deben ser puestas a un lado para El. Hemos visto como Dios mismo nos ha dado mucha información en el Antiguo Testamento de cómo esto debía de ser hecho a través del diezmo. Es sumamente importante que nos demos cuenta que el Nuevo Testamento no introduce ningún cambio a lo dicho en el Viejo Testamento pero tampoco contradice o nos pide que dejemos dicha práctica establecida en las Escrituras Antiguo Testamentarias. Hubo ciertas cosas de la ley que el Señor Jesús cambió con las palabras, “oíste que fue dicho, pero yo os digo…” (Mateo 5:34). Sin embargo no añadió nada ni hizo ningún cambio en relación al diezmo. Algunas veces hemos dicho que “el silencio otorga”. Esto nos bastaría para establecer que la voluntad de Dios en el Nuevo Testamento era continuar la práctica establecida en el Antiguo. Pero en realidad el Nuevo Testamento no guarda silencio sino incluso nos da más información a lo ya establecido en el Antiguo Pacto.

Cristo mismo puso su firma de aprobación sobre esta práctica en sus propias palabras de Mateo 23:23. “¡Hay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! Porque diezmáis la menta y el eneldo y el comino, y dejáis lo más importante de la ley: la justicia, la misericordia y la fe. Esto era necesario hacer, sin dejar de hacer aquello.” En este versículo Cristo está acusando el pecado de los fariseos de hipocresía. Estos hombres habían sido muy estrictos en cuando a diezmar las hiervas mencionadas, pero habían olvidado lo más importante de la misericordia, Justicia y fe. Cristo enfatizó la importancia de la misericordia, la justicia y la fe pero no menosprecio la importancia del diezmo, simplemente estableció que era un asunto de “menor importancia” en comparación con el “carácter” personal de estos hombres. Cristo estaba diciendo que es más importante lo que “somos” que lo que “hacemos” sin menospreciar lo que “hacemos” pues esto debe estar en harmonía y coherencia con nuestro propio carácter ya que la “fe sin obras es muerta”. En ningún momento Él menospreció el diezmo o dijo que se debería dejar de hacer debido a que era una practica Antiguo Testamentaria. Todo lo contrario, enfatizó “sin dejar de hacer aquello” (“aquello” refiriéndose al diezmo). Así que debemos concluir que si por la Gracia de Dios nosotros somos hombres de misericordia, justicia y fe…entonces también debemos seguir diezmando, y Cristo mismo lo dijo.

I Corintios 13-14 es el segundo pasaje a estudiar en el Nuevo Testamento. “¿No sabéis que los que trabajan en las cosas sagradas, comen del templo, y que los que sirven al altar, del altar participan? Así también ordenó el Señor a los que anuncian el evangelio, que vivan del evangelio.” Deseamos enfatizar las palabras “así también”. No encontramos en estos versículos el termino “diezmo” pero queda implícito por la mención a la que hace referencia este versículo. En el versículo 13, Dios recuerda a los Santos del Nuevo Testamento que en el viejo pacto mosaico Dios mismo había preparado provisión para aquellos que ministraban al Señor en el templo. Así que ahora, en el Nuevo Testamento, de esta misma manera que se hacía, es decir “así también” debe ser hecho para poder seguir proveyendo para las necesidades de los que ministran y para las necesidades del mismo templo. “Así también” se refiere al diezmo que sostenía a los siervos de Dios en el Antiguo Testamento, y “así también” muestra el modo en que Dios quiere que los siervos del Nuevo Testamento sean sostenidos, es decir mediante la ofrenda y diezmos del pueblo de Dios.

I Corintios 16:1-2 es el siguiente pasaje que debemos estudiar. De nuevo no vemos en estos versículos la palabra “diezmo” pero al mismo tiempo la idea del diezmo está implícita en las palabras presentadas. “ponga aparte algo” estas palabras son interesantes y deben ser meditadas para establecer nuestra convicción. Dichas palabras no hablan de un acto irreflexivo, de un impulso espontáneo, sino de la certeza bien pensada de la voluntad, de un acto predeterminado y organizado no una acción realizada bajo la presión del momento. “Cada primer día de la semana cada uno de vosotros ponga aparte algo.” (vs. 2). Estas palabras llaman a la reflexión. En el original griego dice literalmente “ponga en el alfolí” (titheto thesaurizon). ¿Por qué usa Pablo esta expresión? ¿qué es lo que está implicando mediante la misma?. Estas son las mismas palabras que se encuentran en Malaquías 3:10, “traed todos los diezmos al…” ¿Dónde? Al alfolí. Es allí donde los diezmos debían ser llevados al “almacén”. La palabra griega thesauros quiere decir “el lugar donde los bienes y las cosas preciosas son guardadas y amontonadas. Así que las mismas palabras de Malaquías 3:10 se repiten en I Corintios 16:2. El Nuevo Testamento no hace más que reafirmar lo que Dios había dicho en el Viejo. Esto desbarata la idea de aquellos que dicen que el Diezmo sólo pertenece al Antiguo Testamento. Nuestra traducción Castellana ha perdido este matiz aquí explicado pero se ve claro en el original griego la unión de ideas entre los dos pasajes. Pero aun hay más. “ponga aparte algo, según haya prosperado” . Miremos con detenimiento estas palabras comparándolas en diferentes versiones:

RVR. 60 – cada primer día de la semana cada uno de vosotros ponga aparte algo, según haya prosperado, guardándolo, para que cuando yo llegue no se recojan entonces ofrendas.”
RV. 1909 – “cada primer día de la semana cada uno de vosotros aparte en su casa, guardando lo que por la bondad de Dios pudiere…”
KJV – Upon the first day of the week let every one of you lay by him in store, as God hath prospered him…”
NTC – Cada primer día de la setmana que cadascú de vosaltres posi a part, guardant segons hagi estat prosperat…”
TR – katà mían sabbaton ekasatos humon para heautoi titheto, Thesaurizon ho ti an euodotai, hina mé, hotan eltho, tóte logiai ginontai”

De nuevo se pierde algo del significado original al traducir el versículo. El original muestra que “ser prosperado” se encuentra en voz pasiva, lo cual indica que nosotros no somos quienes hacemos la acción sino los recibidores de la misma, por eso algunas versiones han puesto “según Dios os haya prosperado.” Pues toda dádiva y todo don perfecto desciende de él. Por otra parte las palabras originales podrían traducirse literalmente “cada primer día de semana (Sábath) cada uno de vosotros por si mismo almacene (ponga en el alfolí) lo que sea él es prosperado.” Es decir si este año Dios me ha prosperado más que el pasado debo poner en Su alfolí proporcionalmente, es decir un porcentaje de la prosperidad que El me ha dado. No simplemente lo que yo crea, sino “según haya sido prosperado”. La pregunta entonces viene de una forma lógica ¿qué proporción, qué cantidad? Y ¿cómo mido dicha cantidad? Puede un hombre traer una cantidad y otro hombre otra cantidad totalmente diferente y ambos estar obedeciendo a Dios? “Según haya sido prosperado”. ¿No deberían tal vez traer ambos la misma cantidad para cumplir así el mandato de este pasaje? Miremos por un momento 2 Corintios 8:14. Debemos notar que este versículo se encuentra en medio de un capítulo dedicado al “dar”, debemos notar que tanto al principio como al final del versículo 14 se repite la palabra “Igualdad”. Es decir que el pueblo de Dios debe dar una proporción que es “igual” para todos, y dicha proporción sólo se encuentra especificada por el diezmo.

Por último miremos en Hebreos 7:5-6. Notemos el orden establecido en este versículo “tomó de Abraham los diezmos, y bendijo al que tenía las promesas”. En este capítulo 7 el escritor de Hebreos está mostrando la superioridad del sacerdocio de Cristo sobre el Sacerdocio Levita, y uno de los argumentos que usa para defender su caso es el hecho de que la trascendencia del sacerdocio de Melquisedec sobre el de Leví se ve en que Abraham, el padre de los hombres de Fe, reconoció la supremacía de Melquisedec dándole los diezmos. La referencia antiguo testamentaria a este pasaje se encuentra en Génesis capítulo 14 donde nos encontramos una tipología de Cristo en la persona de Melquisedec. Primeramente un tipo de Cristo en su persona pues Melquisedec era rey y sacerdote, en segundo lugar en su nombre pues su nombre significa “paz”, y por último vemos una tipología de la muerte expiatoria de Cristo pues Abraham le trajo pan y vino.

Pero en este pasaje no sólo vemos a Melquisedec, tipo de Cristo, sino también a Abraham, como tipo del Creyente. Notemos como Abraham reconoció el sacerdocio de Melquisedec dándole el diez por ciento de lo que había obtenido de la victoria sobre los reyes que habían tomado a su sobrino Lot. Abraham de nuevo se convierte en ejemplo para los fieles como padre de los de la Fe. El ofreció los diezmos a Melquisedec tipo del sacerdocio de Cristo, enseñándonos que también nosotros debemos dar los diezmos a nuestro sacerdote, el Señor Jesús. Es precioso darnos cuenta que la última vez que se mencionan los diezmos en el Nuevo Testamento (aquí en Hebreos 7), se hace en conexión directa con el Señor Jesucristo. En el Antiguo Testamento los diezmos eran traídos a los sacerdotes que actuaban como intermediarios, pero en el Nuevo los diezmos y ofrendas deben ser traídos a Cristo, nuestro Sumo sacerdote y cabeza de la Iglesia. Según hechos 4:35, 37 y 5:2 los primeros cristianos trajeron sus ofrendas y diezmos a los pies de los apóstoles. Según 1ª Corintios 16:2 esas mismas ofrendas fueron llevadas a la Iglesia local (en este caso la Iglesia de Corinto). El diezmo es pues el método establecido por Dios para sustentar su Obra. El Diezmo es el método Bíblico y donde este método es quebrantado entonces surgen los problemas, la falta de fondos en las Iglesias locales, y el establecimiento de sistemas mundanos y pragmáticos para levantar fondos. Cuando el pueblo de Dios falla en sus diezmos también sufren los siervos, pues el sustento de los levitas provenía de las ofrendas del pueblo, así estableció Dios que el diezmo debía sustentar a sus siervos. Dios honra a quien le honra, y allí donde Dios llama Dios provee.

En el corazón de cada creyente hay el anhelo sincero de dar el diezmo tal y como Dios ha establecido. Hay una culpa genuina cuando el creyente no cumple su responsabilidad con Dios una sensación de haber dejado la responsabilidad dada por nuestro Sumo sacerdote y el sentir de haber sido negligentes en el privilegio y bendición otorgado por quien suple abundantemente y aún más de lo que necesitamos. Muchos cristianos se sienten ofendidos por el diezmo, los incrédulos lo usan como ataque hacía las Iglesias diciendo que “fuerzan a sus miembros a dar el 10% de su dinero”, los predicadores no lo mencionan desde sus púlpitos por temor, y así poco a poco el mandato Bíblico es puesto a un lado. Pero a pesar de todo esto hemos visto que en la Biblia el diezmo fue practicado y existía en el pueblo de Dios aún antes que fuera mencionado en la ley. Vimos como Abraham padre de los fieles dio diezmos a Melquisedec dejándonos ejemplo y aún su descendiente Jacob, cuando tuvo la revelación de Dios en su camino hacia Padan-aram, prometió dar el diezmo al Señor. En segundo lugar vimos que cuando la Ley fue dada los diezmos fueron incorporados de una forma clara y precisa, pero al igual que las demás cosas en la Ley que Dios había dado Israel no cumplió dicho mandato hasta que en los días de Malaquías nos encontramos al todopoderoso denunciando que su propio Pueblo le había robado no trayéndole los diezmos. En tercer lugar, hemos visto como aun hoy tal como el Nuevo Testamento enseña el pueblo de Dios tiene la responsabilidad de seguir trayendo los diezmos, pus dicha enseñanza es reforzada en tipos y directamente en las palabras Nuevo Testamentarias.

El diezmo no formaba parte de la ley ceremonial sino de la ley moral por lo tanto no fue anulado sino reforzado en el Nuevo Pacto. No es algo que esté limitado por una dispensación particular sino que trasciende a las edades dispensacionales y se establece como un principio dado por Dios para todas las dispensaciones. Pero vayamos un poco más adelante en nuestra presentación de estas ideas pues debo decir que el diezmo es mucho más obligatorio para los creyentes del Nuevo Pacto que para aquellos del añejo pues primeramente nuestro Señor lo estableció y en segundo lugar a aquel que mucho le es dado mucho le será demandado (Lucas 12:48). Las obligaciones del creyente de nuestros días es mayor que la obligaciones de los santos del Antiguo Testamento pues nosotros hemos recibido de balde muchos privilegios otorgados por la gracia de Dios. Nuestras bendiciones son mayores que bajo la Ley, nuestros privilegios son más extensos, nadie pudo cumplir la Ley pero nuestro Jesucristo la cumplió por nosotros, tenemos aún mejores promesas, mejores bendiciones y un mayor Sumo Sacerdote. Todo esto nos obliga ante Dios a responder con mayor gratitud hacia el dador de la vida y de los bienes materiales. El creyente debe dar los diezmos, no porque “tiene que hacerlo” para cumplir la ley de Dios, sino “porque desea hacerlo” en gratitud a las muchas bendiciones que Dios ha derramado sobre su vida. Nuestro anhelo debe ser agradarle a Él, y mostrarle nuestro agradecimiento. He notado que aquellos que dicen “yo pongo en mi ofrenda aquello que el Señor pone en mi corazón” casi siempre ponen menos de lo que el Señor ha mandado que deben poner, es decir, el diezmo.

De la misma manera que el sacerdocio de Cristo es mayor que el sacerdocio de Arón, así nuestras obligaciones hacia nuestro Sacerdote, Cristo, deben ser mayores. El sacerdocio Levítico fue reconocido y mantenido por los Israelitas mediante el diezmo. En el capítulo 7 de Hebreos el Espíritu Santo establece el principio de la superioridad del sacerdocio de Cristo aun sobre el sacerdocio de Aarón y Melquisedec, si ellos recibieron el diezmo del pueblo santo, cuanto más debemos nosotros dar nuestros diezmos.

Pero ¿por qué ha establecido Dios el Diezmo? Debemos contestar a esta pregunta para que entendamos con claridad no sólo el mandamiento del diezmo sino el propósito que dicho mandamiento tiene. Primeramente honra a nuestro creador mediante nuestro reconocimiento que todo cuanto tenemos procede de Él. En otras palabras, el diezmo es el reconocimiento de que los bienes temporales que tenemos provienen de la bondad de nuestro Dios hacia nosotros. El Diezmo también es un antídoto contra la tacañería y la codicia. Dios estableció en el decálogo “no codiciarás.” Cada vez que damos nuestros diezmos nuestro corazón es humillado delante de Dios para darle gracias por su bondad y eso nos hace ver que lo que tienen los demás no nos pertenece. El diezmo lleva nuestra naturaleza carnal al reconocimiento de que debemos ser buenos administradores de la Gracia de Dios. El Diezmo es la solución a los problemas económicos relacionados con su obra y ministerio. Mientras el pueblo de Israel cumplió el mandamiento del diezmo no hubo necesidad en el establecimiento y cumplimiento de la adoración a Dios tal y como Él la había determinado. Creo sinceramente que si los Santos en nuestras Iglesias estuvieran obedeciendo este mandato, no habrían las necesidades económicas que hay en muchas Iglesias a la hora de sostener a sus pastores, o intentar encontrar un lugar de adoración. Conozco a muchos pastores que se ven obligados a trabajar en un trabajo secular para poder sostener a sus familias y a la vez estar en el ministerio. Si el pueblo de Dios estuviera diezmando sólo sería necesario que diez familias dieran sus diezmos para que dicho pastor pudiera recibir el jornal necesario y equitativo a lo que están ganando los propios miembros de su congregación, pues también creo que el ministro de una Iglesia no debe ganar más de lo que los propios miembros de la Iglesia están ganando ni tampoco debe vivir mejor que aquellos a quienes El debe servir.

Si las obras misioneras estuvieran enseñando y practicando el diezmo entonces no habría la necesidad de que las Iglesias en América u otros países mejor aposentados, estuvieran sosteniendo en países más pobres Iglesias que ya tienen más de 50 años de existencia y siguen dependiendo de la ofrenda de fe misionera. Estas Iglesias podrían estar sosteniendo a sus pastores en tiempo completo. Allí donde el pueblo de Dios da su diezmo la obra de Dios es sostenida pues los métodos que Dios estableció para sostenerla son aplicados y obedecidos. El diezmo es también una prueba de nuestra Fe. El Diezmo muestra que reconocemos que el Señor se encargará de nuestras necesidades si nosotros somos responsables en cumplir sus mandamientos. Dios dice claramente que bendecirá a quien le bendijera. “Probadme también en esto si no os bendeciré”. El diezmo muestra confianza en el Señor de que si le damos lo que a Él le pertenece, Él cuidará de nosotros pues conoce nuestras necesidades aun mejor que nosotros. Habéis leído bien las palabras de Malaquías 3:10 “Probadme”. El creador está diciendo literalmente “ponme a prueba”, “ponme ante una dificultad para ver si cumplo lo que prometí”. Cualquier hombre que hiciera esto sería ir en contra del mandato “no tentarás al Señor tu Dios.” Pero en esta ocasión es Dios mismo que está diciendo al hombre “pruébame, verás como haré tal y como he prometido.” Dad al Señor vuestros diezmos y entonces comprobareis si seréis los “perdedores” o los “ganadores”. No os conmueve pensar como el Todopoderoso en su conmiseración se pone a nuestra altura para que le probemos. Esto debería llenarnos de humildad Santa. El Diezmo es el método para probar la bendición de Dios, de su existencia, la verdad de sus promesas, la veracidad de su Palabra, el control de Dios sobre los acontecimientos temporales de este mundo y si Dios es el administrador real de todos los bienes pasajeros, pues Él mismo ha dicho que cuida al gorrión y viste a los lirios del campo. Por eso el diezmo no sólo es una prueba de nuestra Fe, sino que también desarrolla en nosotros la Fe, la confianza absoluta en un Dios que se ocupa y preocupa por nuestras necesidades. Aún cuando nuestro jornal raya la miseria como aquella viuda que “probó” a Dios dándole todo lo que ella tenía (aunque Dios sólo le había pedido el diezmo), si cumplimos el mandato de traer los diezmos al Alfolí, Dios nos honrará supliendo más allá de lo que pedimos o aún esperemos, pero sobre todo ayudará también a poner nuestra confianza en Él al reconocer que Él tiene cuidado de nosotros.

Notemos de nuevo el versículo “traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde.” Que quiere decir el Señor con las Palabras “abriré las ventanas de los cielos”. El término usado es el mismo que se usa en Génesis 7:11 y 12. La misma palabra usada para referirse al diluvio es la palabra usada aquí en Malaquías. “Las ventanas del cielo abiertas” esta vez no para juicio, sino hablando de la lluvia de bendiciones cayendo sobre el que honra a Dios honrándole a Él. Esta es la promesa de Dios, la respuesta del dueño del universo, para aquellos que deciden glorificarle trayendo sus diezmos. Pero esta promesa va más allá de bendiciones espirituales. No podemos comprar ningún tipo de bendición espiritual dándole dinero ni posesiones a Dios pues todas nuestras obras son como trapos de inmundicia. Creo sinceramente que este versículo se refiere a bendiciones temporales, es decir a que Dios nos devuelve con intereses aquello que le hemos dado a Él. Dios puede bendecirnos de muchas maneras económicamente, es el mejor plan de inversión que jamás ha existido. Ingresa en el Alfolí de Dios y Él bendecirá tus negocios si le das a Él la prioridad sobre ese aspecto de tu vida. Todo lo que el hombre siembra eso siega. Este es un mandato divino y una ley natural. Dios bendice al dador alegre. Esta es una promesa práctica para el tiempo de nuestra vida. Dios honrará nuestros negocios temporales cuando nuestras balanzas son justas, y para que sean “justas” y claras debemos comenzar con el Diezmo al Señor. ¿Piensas que Dios no cumplirá su promesa? El Señor no necesita nada de nadie ni se queda nada de nadie, Él es un perfecto caballero. Obedece a su mandato, cumple su Palabra y Él cumplirá la suya en tu vida. Si es cierto hay muchos cristianos pobres, lo que digo aquí no lo digo para predicar un “cristianismo de prosperidad”. Dios me libre de publicar tal doctrina que va en contra de las enseñanzas Bíblicas, pues también tenemos al creyente Lazaro y al rico insensato. Un creyente puede ser pobre y aún así tener la bendición de Dios sobre su vida. Pero también es cierto, que debemos guardarnos de robar a Dios no dándole lo que a Él le pertenece, pues no olvidemos que todo cuanto tenemos proviene de Él.

“Y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde”. Dejadme cotejar el original hebreo. Las palabras en el texto original podrían leerse “y habrá suficiente y aun más que suficiente”. Los traductores de nuestras versiones se encontraron con palabras perplejas y por eso tradujeron “hasta que sobreabunde”. Cuando Dios bendice, El bendice en abundancia, se han llenado nuestros manantiales de agua de vida, como ríos, nuestras almas han recibido vida, pero vida en abundancia, nuestras fuentes están llenas de todo bien preciado. Dios no escatima sus recursos, no ha cortado su mano para salvar, no se ha agravado su oído para oír. “Bendeciré al que me bendiga” 2 Crónicas 31:10 nos enfatiza esta verdad, “Desde que comenzaron a traer las ofrendas a la casa de Jehová, hemos comido y nos hemos saciado, y nos ha sobrado mucho, porque Jehová ha bendecido a su pueblo; y ha quedado esta abundancia de provisiones.” Oh contemplad al Dios que cumple sus promesas! En ese capítulo el avivamiento empezó cuando el pueblo trajo sus diezmos. No sólo hubo suficiente para el rey Ezequías y para el pueblo sino “más que suficiente” hasta que sobró. Como el niño que le dio a Jesús su pan y sus peces, todo cuanto tenía, y hubo para todos y sobró, y Cristo mandó que se recogiera en cestas (tal vez fuese llevado al Alfolí) para que no se perdiera nada. Cuanto puede hacer Dios cuando nosotros le honramos con nuestra sustancia, Dios bendice al que le bendice.

El Diezmo es del Señor, no nos pertenece. (Levítico 27:30) Hemos sido fieles a Él? Si no es así, entonces es ahora momento de traer avivamiento a nuestro corazón devolviendo al Señor lo que es suyo. Pidámosle perdón, y empecemos a traer a su casa nuestros Diezmos. Probémosle, veamos si Él cumple sus promesas. Y cuando veamos la fidelidad de Dios a quien sirvamos, demos aún más allá, démonos a nosotros mismos para servir a quien lo dejo todo para redimirnos. Admiramos la fe y vida de hombres como Jorge Muller, pero aún no hemos descubierto que estos hombres fueron usados por Dios en grandes cosas, porque fueron fieles en cosas pequeñas. Prueba al Señor…Él ha prometido bendecir hasta que sobreabunde.