El Apóstol Pedro no estuvo en Roma

S. Pedro en Babilonia

En su primera carta (ver.13), el apóstol Pedro escribió: “Os saluda la co-elegida que está en Babilonia y Marcos, mi hijo”.

No la escribió en estilo secreto, cabalístico, o simbólico como Juan el Apocalipsis.

“Babilonia no designa evidentemente Roma”, como lo suponen Jerónimo, E Renán (1), P. Allard y muchos otros papistas y protestantes.  Debe entenderse en el sentido literal, gramatical y geográfico de la ciudad sobre el Eufrates.

La epístola está dirigida a los lectores (1:1) de las provincias de Asia Menor, del este al oeste, como lo probó H. Alford, de modo que el autor estaba en Oriente.  Fue llevada por Silas (2) que, después de haber acompañado a pablo en Europa, no lo siguió hasta Roma.  Marcos, el hijo de Pedro, no llegó con su padre espiritual a esta ciudad (en el año 42) (3); recién estuvo allí con Pablo durante el cautiverio (Col.4:10; Phil.24; 2Tim.4:11; 2Tim.4:11).  No se explica la separación de Marcos sino por la muerte de Pedro.

La interpretación alegórica es tan falsa que se tomó “la iglesia” por “la co-elegida”, (que era la mujer de Pedro), puesto que en el Nuevo Testamento, la elección no es nacional, como en el Antiguo, ni colectiva, sino individual ( c. 1:1; 3:9; 3:7: “las mujeres coherederas”).  Lucas 4:38; 1Cor.9:5; 2Juan 1:1.

Se recomendó la misión al Rey (2:17) y a los gobernadores, y no se mencionó el César; se explica el título en el reino de los Persas, más bien que en el Imperio romano.

La más fuerte razón para tomar literalmente Babilonia por campo de la actividad de Pedro es la misión propia de Pedro como “apóstol de la circuncisión”, como la de Pablo era entre los Gentiles, es decir, en el Imperio romano (Gálatas 2:8).

Pedro fue enviado a las ovejas perdidas de la casa de Israel (Mateo 15:24), a la “dispersión” (“diáspora” Juan 7:35; 1Pedro 1:1; Santiago 1:1).  Luego no era Roma el centro de las colonias judías.

Después de la transmigración en Babilonia, los judíos han mirado como segunda patria las riberas del Eufrates.  Bajo la autoridad a la vez civil y religiosa de los “Jefes del Cautiverio”, se levantó la sinagoga de Babilonia que contribuyó a la floración del judaísmo rabínico.  En todas partes se fundaron escuelas religiosas.  Entre los famosos doctores se distinguió Hillel (40 antes de J.C.) (4).

En su libro, “Die Juden y Babylonien”, S. Funk demostró la importancia de la colonia judía en este país, hoy desierto, y entonces cultivado y muy poblado.

Los judíos se entregaban a la labranza y a diversos oficios.  Su primer magistrado era el “Exilarca”, el Resch Galouta”, que se creía descendiente de David, que ocupaba en el reino de Persia un alto rango, y gozaba en la sinagoga de grandes honores, de la jurisdicción y de la aplicación de penas corporales y prisiones (5).

Es en este medio ambiente que Pedro debía anunciar a sus correligionarios el Mesías. En Roma la colonia judía era también numerosa.  Pero la Epístola a los Romanos (cap. 16), con sus salutaciones a tantos colaboradores y hermanos (‘en los años 58), basta para probar el error de los que ‘atribuyen a Pedro la fundación de la Iglesia de Roma (6). La primera discusión con los judíos de Roma sobre el Cristo Jesús (Actos 28: 17) ha sido la del Apóstol Pablo, al llegar a Roma en los años 62, cuando lo oyeron, por primer vez, hablarles de “esta secta”.

Los apócrifos “Homilías y Recogniciones Clementinas” falsamente atribuídos a Clemente romano, contienen un fondo judaico (7), y las doctrinas gnósticas, cabalísticas astrológicas que pertenecen a la religión de los Persas y no a la de los Romanos.

Según esta leyenda, Pedro siguió viviendo a “la manera’ d los Judíos” (cf. Gál. 2: 14), “según la fe de los Hebreos”, observando el sábado y otros preceptos de la ley mosaica, de suerte que hubiera enseñado, y obligado a los Romanos a judaizar, en perfecta oposición con el apóstol Pablo.

Para favorecer la tendencia judaizante los apócrifos glorificaron al apóstol de la circuncisión, Pedro, rebajando a Pablo, en la leyenda de sus victorias sobre Simón el mago.

Los mismos cronistas papistas no se entienden sobre la fecha de la muerte de Pedro, ni sobre el año (64, 67 o 68), ni sobre el día.  Son meras fábulas las falsas tradiciones: sus Prisiones en la cárcel Mamertita, su vía crucis por la Via Apia, como la aparición del Jesé-Cristo al desertor (“Quo Vadis?”) (8).

El primer romano que Sostuvo el martirio de Pedro en Roma fué el presbítero Caius en el siglo III; y para probarlo, no presentaba ningún documento sino “los trofeos” (tropaia) de Pedro y Pablo.  He aquí la explicación de E. Renán, defensor de la tradición. “En el principio del siglo III, se veía ya, cerca de Roma, dos monumentos, a los cuales se daban los nombres de Pedro y Pablo, el uno al pie de la colina vaticana, el otro sobre la vía de Ostia.  Se llamaban ‘trofeos” o “memoria”.  Quizás el de Pedro no era otra cosa que el Terebinto (9) del Vaticano.  Más tarde este trofeo se transformó en tumba de Pedro.  En el medio del siglo III se presentan dos cuerpos, sacados de los cementerios judíos de la Vía Apia, por el obispo Cornelio y se consideraron por los de los apóstoles.

En el siglo IV, están colocados, en el lugar de los trofeos, y allí se construyeron entonces las basílicas de S. Pedro y S. Pablo.

Así se formó la leyenda papal. ¿No es absurda la hipótesis del entierro de Pedro, el mismo día de su suplicio bajo Nerón, en la colina del Vaticano, en los mismos lugares altos del paganismo, donde existía el Templo de Minerva, y contra las leyes funerarias del Imperio?

Miente, pues, el “Libro Pontificalis” como tantos documentos fabricados por los falsarios, cuando pretende que los primeros papas, hasta Víctor (año 160) han sido enterrados “juxta corpus Sancti Petri in Vaticanum”. El sabio abad Duchesne rechazó esta tradición recibida por Rossi en su “Memoria” a favor de la necrópolis del Vaticano.

Si es imposible probar la residencia, y sobre todo, el pontificado de Pedro en Roma, es históricamente demostrada su presencia en Babilonia. Su salida del mundo ha sido el martirio de Jesé-Cristo y no el reinado del Papa en el Vaticano.

Notas

(1) L’Antechrist pág. 552.556, “Rev. des Questions historiq.”, 1 de abril.
Ramsay: The Church and the Roman Empire. La novela Quo Vadis.
(2) Silas o Silvano.
(3) Según Actos 12:17, salido de Jerusalem, Pedro se partió a otro lugar. Si fuese Roma, Lucas lo hubiera sabido y dicho. “Es muy probable”, dice Scio, “que se retirase a Antochía.” Según el P. Patrizi, se fué a la capital del Imperio a fundar la Iglesia, y gobernarla durante 25 años. ¡Pura mentira! A favor de Babilonia en Asiria, los católicos De Marca, Elie Dupin, Hug, y el protestante E. de Pressensé (Historie des 3 Premieres Siècles).
(4) La Kabbale, 270, por A. Franck.
(5) L’Univers Isralite, núm. 27-1903.
(6) Oltramare. Coment del Ep. aux  Romains, I. 85.
(7) Revue des Etudes jueves, núm. 91-1903, art. de J. Bergmann.  Le Cábbale, pág. 270, cf. a los Colosenees 2, 1 Timotao 1:4.
(8) L’Antechrist, 191-194. El mismo teólogo F. Godet que sigue también tradición romana (en Julio 64) reconoce que el texto Juan 21:18 y 19 no significa, la crucifixión sino la muerte del mártir.  La leyenda de su crucifixión la cabeza para abajo, recibida por Tertuliano, Origenes Rufino etc., está en contradicción, no sólo con la historia, sino también con el espíritu cristiano que no es el de la imitación servil de Jesé-Cristo, ni del ascetismo

Texto tomado de Escritos de Pablo Besson. Tomo I. Buenos Aires, 1948. Recopilados por Santiago Canclini. pp. 435-438