¿Deben Los Cristianos ir a la Playa?

Por Alejandro Sánchez

Introducción:

Supongo que la respuesta, al menos juzgando por el ambiente de nuestros días, sería un claro: NO. Pero claro, hay que entender que no todo el mundo tiene las mismas convicciones, ni la misma madurez espiritual. Cierto es también, por otro lado, que las convicciones no se pueden imponer, se han de enseñar primero, y luego, dejar que el Señor sea quien ponga la convicción en el corazón del individuo. Así que, lo que nos mueve a escribir este artículo es el deseo de hacer pensar un poco más detenida y profundamente acerca de este tema a todos cuantos lean el artículo.

Seguramente algún hermano o hermana dirá para sí: Seguro que dirá que no está bien ir a la playa, con lo bien que yo me lo paso… Parece que nada de lo que me gusta está bien para el pastor… y cosas similares. Pero queridos hermanos, os propongo que leáis detenidamente y conscientemente lo que voy a proponer para vuestra consideración. Hacedlo envolviendo estos razonamientos con un corazón abierto y en oración, quizá al final acabes pensando de otra manera.

Aquí van unos apartados para la consideración de los hermanos y hermanas en Cristo:

ES UNA TENTACIÓN PARA EL HERMANO DÉBIL

Este es un punto que debe interesar a los hermanos en la fe por cuanto es de mucha importancia. El apóstol Pablo en 1ª Corintios 8 nos habla de hacer caer al hermano débil. Dicen los versículos 8 y 9: “Si bien la vianda no nos hace más aceptos ante Dios; pues ni porque comamos seremos más, ni porque no comamos seremos menos. PERO MIRAD QUE ESTA LIBERTAD VUESTRA NO VENGA A SER TROPEZADERO PARA LOS DÉBILES”.

Estamos de acuerdo que el tema aquí es el comer viandas sacrificadas a los ídolos, pero, ¿acaso no aplicará a todo cuanto pueda hacer caer al hermano débil? A lo mejor tu libertad de ir a la playa (“comer viandas”), está siendo tropiezo para un hermano de tu iglesia. Él, posiblemente por ser débil en la fe, no sabe calibrar el mal que le estás haciendo con tu ejemplo. Tú, por no saber qué hermano es el hermano débil, sigues adelante creyendo que todo va bien. Pero piensa una cosa. No importa lo insignificante que te creas en tu iglesia, alguien se está fijando en ti. Y si ese hermano o hermana te ve a ti que vas a la playa donde la gente se desnuda hasta límites escasísimos y vergonzosos—aunque tú digas o creas que a ti no te afecta— puede pensar que, si tú vas a la playa o a la piscina, es que debe estar bien. Pero tú en verdad estarás haciendo caer a tu hermano en la fe. Es tu deber preguntarte: El otro hermano que sea más débil ¿no se estará afectando por lo que yo estoy viendo o haciendo aquí? Sin embargo, él creerá que no está mal ir a la playa porque te está viendo a ti que, según él, eres más espiritual. Sería de verdadero amor cristiano, si a ti te fuese igual, dejar de ir a la playa por amor a otro hermano. Si no pierdes nada con ello y por el contrario beneficias y fortaleces al hermano débil, ¿no sería un buen sacrificio vivo del que nos habla Pablo en Romanos 12:1?

Dios nos habla de presentar nuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo y agradable al Señor, no de presentarlos desnudos ante el sol.

NO HAY MODESTIA EN EL VESTIR

Con todo lo que hemos dicho en el primer punto, aún pudiera ser que estuvieses pensando, que no vas a dejar tu “libertad” por el hecho de que alguien esté “enfermo” (según tú dirías), y le afecte ir a ver la desnudez de otros que allí se exhibe. Pero considera otra cosa:

De las llamadas Epístolas Pastorales del apóstol Pablo, donde se tratan asuntos prácticos para las iglesias locales, se nos menciona algo que quizás ha caído un poco en descuido. En la Primera epístola de Timoteo, 2:9-10 nos dice Pablo de nuevo: “Así mismo, que las mujeres se atavíen DE ROPA DECOROSA, CON PUDOR Y MODESTIA…como corresponde a mujeres que profesan piedad”.

La consideración que se puede hacer aquí es bastante superflua. No hace falta profundizar mucho para poder darnos cuenta que Dios ama la modestia y detesta la desnudez. Debemos hacernos una simple pregunta: ¿Dejarán mi esposa y mi hija sus cuerpos casi al desnudo y estarán cumpliendo con lo que Pablo nos enseña en este pasaje? Hermanos, no nos dejemos llevar por la tendencia malsana de un mundo perverso y corrupto. La mujer cristiana nunca mostrará su cuerpo al descubierto dejando así que otros hombres pequen viéndola a ella.

Por otro lado, si el apóstol Pablo, inspirado por el Espíritu Santo de Dios, nos manda que las mujeres se atavíen con ropa decorosa, con pudor y modestia, ¿hay necesidad de preguntarse si el bañador o el biquini son prendas decorosas que muestran pudor y modestia? No creo que nadie pueda convencerme diciéndome que estas prendas se pueden catalogar de modestas y decorosas. Pero el apóstol sigue diciendo: “…como corresponde a mujeres que profesan piedad”.  O sea, que lo normal para las mujeres que aman al Señor es que sean piadosas.  De modo que, si esto es lo normal para las mujeres que profesan piedad, podríamos decir que las mujeres que no se atavían con ropa decorosa, que se presentan pudor y modestia… están vistiendo como corresponde a mujeres que no profesan piedad.

Comprendo que esto puede sonar duro, pero es con todo amor y respeto que escribimos este artículo, por ello debemos insistir en que la mujer cristiana debe vestir (y así mismo el hombre) con modestia, decoro y pudor, porque esto es lo que corresponde a las mujeres piadosas; a las mujeres que aman a Dios y tienen devoción por él.

Antes de dejar este punto diremos algo acerca de los hombres. Alguno podría decir que este punto tiene que ver con las mujeres, pero en realidad tiene que ver más con los hombres de lo que pueda pensarse. Si la mujer debe vestir con modestia, pudor y decoro, es por causa de los hombres. Es el hombre el que es atraído por lo que ve, y es por esto que Pablo aconseja a las mujeres esta forma de vestir para que no atraigan sobre sí las brutales miradas y pensamientos secretos de los hombres. Una mujer piadosa no quiere apelar a los ojos de creyentes e incrédulos sobre su cuerpo; no quiere hacer pecar con el pensamiento a los creyentes débiles o a los carnales y mundanos, ni tampoco a los incrédulos; y hace todo lo posible para evitarlo.

LOS INCRÉDULOS NO VEN LA DIFERENCIA

Este punto trata con el testimonio cristiano. Es una horrenda realidad ver como las iglesias, y por supuesto los creyentes, que son quienes las componen, están sucumbiendo cada vez más a las diversiones del mundo. La televisión, el video, el cine, la discoteca y la playa son el atractivo de la mayoría llamada cristiana. Ya no hay interés en mostrar un cambio en la conversión y en la forma de vivir.  Este hecho explica, por un lado, las “tantas conversiones” que “grandes evangelistas” alardean como trofeos los números de las decisiones que se tomaron en tal o cual Campaña; y por otro, la decadencia de la vida espiritual. Ya no hace falta cambio para ser cristiano. Ya no se predica la necesidad de cambiar de vida; ya no se enfatiza el arrepentimiento necesario para la salvación; ya no es necesario dejar el mundo y seguir a Cristo. Se puede seguir a Cristo sin tener que dejar el mundo atrás. Cantamos sobre la vida vieja y el dejar el mundo en las iglesias, pero vivirlo fuera, eso es otra cosa…

¡Qué distinto sería si usáramos la diferencia que debe existir entre un cristiano y un incrédulo para dar testimonio! Pero el Evangelio que presentamos da la idea al inconverso de que en realidad no debe dejar nada, puede seguir haciendo las mismas cosas, pero ahora llamándose cristiano. Por el contrario, a otros les damos la impresión de que ellos y nosotros somos iguales porque hacemos las mismas cosas, usamos sus mismas diversiones y lo hacemos con la misma avidez que ellos. Pero el cristiano debiera ser la luz del mundo y la sal de la tierra. ¿Cómo verán sin luz?, y ¿cómo saborearán o sanarán sin sal? El cristiano que no marca una diferencia con el incrédulo nunca será sal, ni habrá en él luz para usarla en un mundo de densas tinieblas.

Podemos comprender que estos razonamientos bíblicos no concuerden con algunas de las costumbres de hoy día, pero es nuestro deseo profundo que sean de ayuda, no tanto para cambiar por cambiar, sino para reforzar nuestro deseo de agradar a Dios antes que a los hombres o aun que a nosotros mismos. Dejamos constancia de que somos conscientes de la reacción que quizá pudieran causar estos pensamientos, pero deseamos de todo corazón que los hermanos los consideren. No todo lo que estamos acostumbrados a hacer tiene necesariamente que ser agradable a Dios.

A veces no damos a algunos asuntos la importancia y atención que merecen, y es nuestra intención que se de a éste el cuidado que precisa.

Muchas veces hacemos las cosas por la fuerza de la costumbre; lo que llamaríamos “fenómeno de la familiaridad”. Nos referimos a aquellas cosas que no son necesariamente buenas, pero que nos llegan a parecer menos malas, o incluso normales por el simple hecho de que la mayoría lo hace. Pero, hermanos, hemos de recordar que la mayoría no siempre es la que tiene razón, y si es en el plano espiritual, menos. Es la mayoría la que está condenada por causa del pecado, y es sólo una minoría —y bien minoría podríamos decir— la que ha sido salva con la sangre Preciosa del Cordero. Y la gran pregunta es: ¿Debo seguir las pautas de la mayoría, o por el contrario las pautas, no ya de la minoría, sino del Libro que rige a la minoría…? Sin embargo, y pese a haber contestado correctamente a la pregunta, cabe seguir preguntando: ¿Hace este Libro alguna referencia a la desnudez?

Veamos, pues, el próximo punto.

LA BIBLIA NO APOYA EL DESTAPE

La desnudez, en el contexto bíblico, está puesta siempre como un asunto vergonzoso. En diferentes ocasiones Dios habla al pueblo de Israel con la amenaza de desnudarle para que sufra vergüenza delante de las demás naciones. Aquí hacemos referencia al caso de Oseas 2:3 donde el Señor aconseja a Israel que sea obediente y que no “adultere”. Estamos de acuerdo que el lenguaje es simbólico y figurado, pero precisamente por eso es que se emplea una figura real, que pueda servir como ejemplo. El versículo dice: “…no sea que yo la despoje y desnude, y la ponga como el día que nació…”. Alguien podría decir: Pero aquí Dios se está refiriendo a una desnudez total, y en la playa no hay que desnudarse del todo. Y es cierto, pero; ¿no es verdad que se está muy cerca? Por otro lado, veamos ahora lo que dijo Dios a otras naciones. Isaías 20:3-4: “Y dijo Jehová: De la manera que anduvo mi siervo Isaías desnudo y descalzo tres años, por señal y pronóstico sobre Egipto y sobre Etiopía, así llevará el rey de Asiria a los cautivos de Egipto y los deportados de Etiopía, a jóvenes y a ancianos, desnudos y descalzos y descubiertas las nalgas para vergüenza de Egipto”.  Aquí vemos de nuevo como la desnudez es sinónimo de vergüenza.

Quizás hay que decir que la desnudez en la Biblia no siempre se entiende por desnudez total, sino que el hecho de ir en “paños menores” se cataloga como desnudez. Leemos en Nahum 3:5, en la profecía contra Nínive,  Dios vuelve a decir: “Heme aquí contra ti, dice Jehová de los ejércitos, y descubriré tus faldas en tu rostro, y mostraré a las naciones tu desnudez, y a los reinos tu vergüenza”.  El hecho de que las faldas fuesen levantadas no presupone que no hubiese ninguna otra prenda interior, sin embargo esto es de por sí desnudez.

Así que, los pasajes que hemos leído y otros más que podríamos exponer, nos hablan de que la desnudez es signo de vergüenza. Pero aún queremos proponer la consideración de este otro pasaje menos simbólico y más realista y práctico. Se trata del caso del apóstol Pedro. En Juan 21:7 se nos muestra que Pedro estaba en la barca intentando pescar, y así mismo se nos dice que cuando Juan le anunció la visita de Jesús en la playa, Pedro se ciñó la ropa, porque se había despojado de ella. Es curioso notar como estando desnudo, aunque no podríamos imaginar que estuviese completamente desnudo, se vistió para ir a ver al Maestro. ¿Por qué no iría Pedro tal como estaba? Al fin y al cabo estaba en la playa. ¿No podría Pedro haber tenido buena excusa para no tenerse que vestir? Pero al parecer, ni su consabido ímpetu le hizo olvidar que debía vestirse.

Aún hay otro argumento mayor. Por años no había podido comprender por qué Pedro se había vestido para echarse en el mar. Él hizo todo lo contrario de lo que la gente hace hoy. ¿Vestirse para echarse al agua…?  Pero el problema estaba en mí, yo todavía no veía con claridad lo que ahora, por la gracia del Señor, puedo ver. Pedro no quería sentirse avergonzado por su falta de vestimenta. Debemos notar que él estaba entre sus compañeros en la barca. Todos eran hombres. No creo que Pedro hubiese estado de la misma manera entre personas del sexo opuesto. No obstante, teniendo en cuenta que Jesús también era un hombre, aun así Pedro no se presentó tal como estaba ante el Señor. Quizás la lección sea sencilla y clara a la vez. Si Pedro se vistió para encontrarse con Jesús, ¿cómo

estamos nosotros esperando ver a Jesús viniendo en la nubes cuando estamos desnudos (en el contexto bíblico) en las playas? ¿Estamos, realmente, esperando al Señor? ¿No sería mejor y de su agrado que cuando él venga nos encuentre vestidos con honestidad y corrección? Sería, pues, bueno que tuviésemos la devoción y respeto que Pedro tuvo. Si acaso decimos que nos es igual, es que en realidad no amamos al Señor como debemos, ni siquiera en lo mínimo, puesto que, sabiendo que Él no se agrada de la desnudez del cuerpo, a nosotros nos daría igual que nos hallara vestidos o desnudos.

Hermano, ¿crees que el Señor puede venir en cualquier momento? No le esperes desnudo. La Biblia no apoya la desnudez, pero el mundo, por otro lado si lo hace, ¿a quién seguirás? ¿A quién querrás ser agradable?

NO DEBERÍA GUSTARNOS QUE NOS VIESEN EN “PAÑOS MENORES”

No puedo comprender que haya hombres y mujeres que siendo personas respetables, no den importancia a ser vistos casi desnudos. Seguramente, si alguien les viese igualmente vestidos en casa o en otro lugar, dirían: “Qué vergüenza, me han visto”; sin embargo, en la playa todo se perdona.

Debemos preguntarnos: ¿Es que en la playa no se te ve lo mismo que se te ve en cualquier otro lugar? Quizá algunos pretenden usar el argumento que dice: Aquí no se nota tanto porque todos vamos igual. Aquellos que razonan así están usando el mismo razonamiento que los nudistas: “En la playa todos vamos iguales y aquí no tiene importancia”. Pero la desnudez es desnudez donde sea. El hecho de que el pecado sea colectivo no lo hace menos pecado. Además, nadie podrá negar que la primera vez que vas a la playa al comenzar la temporada, sientes una cierta vergüenza que tienes que vencer hasta que te acostumbras.

Otro argumento breve es:

NO TODAS LAS MUJERES TIENEN LA MISMA MADUREZ

En este punto nos referimos a que no todas las mujeres y jóvenes féminas saben la trascendencia que tiene sobre los hombres su forma de vestirse, o desnudarse, o comportarse. Y esto, efectivamente agrava el problema. Así mismo, no todas las mujeres que hay en la playa son cristianas y no tienen ningún problema en provocar con la mirada, con gestos, andares y poses. Y uno se pregunta: ¿Por qué un cristiano tiene que soportar todo esto, cuando nadie le obliga a ir a la playa? En Mateo 5:28 nos dice el Señor Jesucristo que el que mire a una mujer para codiciarla ya adulteró con ella en el corazón. ¿Por qué, pues, hemos de meternos en la boca del lobo?  Alguno dirá: Puede provocar más una falda corta que un bañador en la playa. Este pensamiento no me garantiza que en la playa no puedan tener malos pensamientos, sin embargo, allí no estoy obligado a ir. Mi responsabilidad es evitar en todo lo posible el caer. No puedo dejar de pasar por la calle, pero sí puedo evitar ir a la playa.

Además nos encontramos con…

UN PROBLEMA DE INCONSISTENCIA

En la iglesia las mujeres de madurez enseñan a las jovencitas a que no se vistan de ropa que provoque, ni faldas demasiado cortas. Pero, ¿qué podrían responder ellas cuando se las trata de enseñar? ¿Usted que me dice que no me ponga falda corta, va y se pone en bañador ante los incrédulos y los hermanos de la iglesia? Y la verdad es que tendría razón. Hay una tremenda incongruencia en aconsejar la modestia en el vestir y por otro lado desnudarse en la playa. Hay que aconsejar a las jóvenes, pero hay que darles ejemplo.

En muchas iglesias se cambia el vino con  alcohol por el mosto (lo cual yo apruebo), con la idea de no provocar a algún ex-alcohólico. Este es, desde luego, un buen razonamiento,  pero, ¿por qué no hacemos lo mismo con los bañadores y biquinis? ¿No puede haber un ex-lo-que-sea entre nosotros, al igual que pueden haber ex-alcohólicos? En realidad todos los creyentes son y deben ser ex-muchas-cosas.

Tengamos, pues, para todo la misma atención, y no cambiemos sólo unas olvidando las otras. No quisiera que este artículo fuese el cuento de nunca acabar. Así que, con la ayuda del Señor, intentaremos resumir y concluir. No obstante, de nuevo queremos pedir a los hermanos que lo sigan considerando. Sería muy fácil olvidarlo todo después de haberlo leído, pero, por favor, dejad que el Espíritu os hable.

Son muchas las ocasiones en que el cristiano tiene que elegir entre lo bueno y lo malo. Sin embargo, no todo es tan fácil como el considerar entre si el ir a la playa es malo, o no lo es.

Queremos dejar constancia en este punto, de que la playa en sí misma no es mala necesariamente. La playa no tiene la culpa de lo que los hombres (en sentido general) hacen de ella y en ella. Personalmente no veo ningún problema en que una familia, en privado disfrute del sol, la arena y el mar. De hecho, mis hijos, mi esposa, y un servidor hemos ido en alguna que otra ocasión a disfrutar de ella cuando no había nadie alrededor a quien tentar o de quien ser tentado. Así que, a nuestro entender, no hay problema con la naturaleza, ni con disfrutar de ella. Pero sí hemos de decir que, considerando el hecho de que están llenas de gente casi desnuda…

…NO ES LO MEJOR

El cristiano no sólo ha de elegir entre lo bueno y lo malo, en realidad, esto es lo que creyentes y no creyentes hacen. Todo el mundo elige entre lo que cree que es bueno, y lo que cree que no lo es. Pero el hijo de Dios, redimido por la sangre de Cristo y nacido de nuevo en el Espíritu, adquiere una dimensión diferente del mundo que le rodea. Las cosas que antes le parecían malas, ahora le parecen peores (moralmente hablando), y muchas  de las cosas que antes le parecían buenas, ahora le parecen menos buenas, o aun malas. Mas el cristiano no sólo debe elegir entre lo que cree bueno y lo que cree malo, sino entre lo que cree bueno, y lo que cree mejor. El cristiano debe ejercitarse en vivir cada vez una vida más excelente.

Si leemos en 1ª Corintios 12:31 veremos que el apóstol Pablo nos insta hacia un camino mejor. Pero ¿qué camino es ese mejor? Es el camino del amor. Así que, es el amor el móvil que nos debe hacer actuar y tomar decisiones.

Si miramos a las esposas en los hogares veremos que ellas no se conforman con adquirir simplemente lo que es bueno para la familia, sino que, si pueden, tratan de escoger lo que es mejor de entre lo bueno. Así sucede también con la educación de nuestros hijos. No les damos simplemente una que sea buena en contraste con la mala. Por el contrario, buscamos la más conveniente; la mejor dentro de sus medios. Pero todos estos móviles son causados por el amor. Si nuestras esposas y madres no proveyeran lo mejor, pudiendo hacerlo, diríamos que no nos aman tanto como pretenden decir. Esto mismo dirían nuestros hijos cuando tuviesen ocasión de comprobar que la educación o enseñanza recibida pudo haber sido mejor. Ahora bien, si actuamos así con cosas materiales, ¿por qué no lo hacemos con las cosas espirituales? Si en esto se ve manifestado el amor hacia ellos, ¿por qué no se manifiesta en nuestro amor a Dios?

Si repasamos los diferentes puntos que hemos escrito, podremos ver que nuestra decisión de no ir a la playa será tomada POR AMOR

1. Por amor al hermano débil

2. Por amor a los incrédulos

3. Por amor a nuestro Dios.

Así que, hermano, considera estos puntos. ¿Crees sinceramente que al ponerte en ropa tan escasa como la que se usa para ir a la playa no afecta al hermano más débil? ¿Crees de verdad que eres de buen testimonio a los incrédulos? ¿Crees en tu corazón que es lo mejor que puedes hacer para agradar a Dios?…

Con todo, es posible que decidas engañarte a ti mismo y manifiestes por fuera no estar de acuerdo con todo lo que se ha dicho, pero me atrevería a decir, o al menos espero que así sea, que el Espíritu Santo te esté redarguyendo de que ciertamente no es lo mejor que puedes hacer para agradar a nuestro Padre celestial.

Y aún una última palabra. Si no estás seguro, quiero decir completamente seguro, de que ir a mezclarte con tanta carne al descubierto agrada a Dios, te aconsejo con el apóstol Pablo que lo dejes. Romanos 14:23, dice: “Pero el que duda sobre lo que come (aplicándolo a la playa), es condenado, porque no lo hace con fe; y todo lo que no proviene de fe es pecado”. A más de esto, y también con respecto al hermano débil, sería recomendable leer los capítulos 14 y 15 de Romanos enteramente. De veras creo que será necesario leerlo.

Otro texto que podrá ayudarnos es el de Santiago 4:17: “Y al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado”.

Es realmente inconcebible que se pueda ser obediente a la Palabra de Dios y frecuentar la playa. ¿Acaso podemos imaginarnos a Cristo tendido al sol con cremas para el bronceado por todo su cuerpo al descubierto? ¿Podríamos estar en la playa para la gloria de Dios? (1ª Corintios 10:31). ¿Estamos practicando la santidad y la vida de pureza en medio de tanto destape?

Mi deseo es que tomemos decisiones que agraden a Dios. Si acaso nos cuesta dejarlo, tanto mejor. Estos son los sacrificios vivos de los que habla Pablo en Romanos 12:1-2, como ya dijimos. Recordad aquellas palabras del rey David: “No ofreceré a Jehová mi Dios holocaustos que no me cuesten nada” 2º Samuel 24:24.

Ama a los incrédulos, y dales testimonio. Ama a tus hermanos más débiles y dales buen ejemplo. Ama al Señor y ofrécele tu cuerpo en sacrificio vivo, santo y agradable a él. Al fin y al cabo este es el culto que a él debemos de forma lógica.