miércoles, noviembre 1

Clemente Reche Silva

Clemente Reche Silva


Ante todo, quiero dar gracias al Señor, por permitirme ser testigo personal de su Gracia y poder ser partícipe de su obra en la vida de otros, mediante este testimonio personal.

Existen circunstancias de nuestra vida, las cuales, relatarlas no resulta difícil. Cierto jefe de redacción de un periódico, al enviar a un periodista nobel a cubrir su primera noticia, le aconsejó de la siguiente manera, al ser requerido por el joven sobre cómo debía de cubrir la noticia, diciéndole: “sólo ve allí y cuenta lo que ocurrió”.

El plan de Salvación de Dios para el hombre es sencillo, aunque llegar a asimilar, en toda su dimensión su Gracia, su Paz y su Amor por los perdidos, te llevará toda una vida, regocijándote a su vez en Sus preciosas promesas (Juan 14:23; 6:37; 3:15-16).

Nací en la Andalucía de 1968. En  el seno de una familia católica de tres hermanos. Fui educado en la doctrina de la iglesia de Roma. Desde bien pequeño, todas las noches rezaba con mi padre arrodillado en los pies de mi cama, aún recuerdo a mis 47 años esa oración , que probablemente fue enseñada a mi padre por su padre y éste por el padre de éste, dejándola como legado familiar. Pronto comenzó la devoción por las imágenes, ya que un día por semana acompañaban a mi abuela María, a ver “El Cristo de Medinaceli”. Pasábamos allí un tiempo, mientras ella permanecía de pie y rezaba, a pesar de su avanzaba edad (92 años). Ella me enseñó que Él nos amaba y que escuchaba nuestras oraciones. La abuela María era conocedora que un día partiría de este mundo y quería estar en comunión con Dios.

Probablemente nos estará asaltando una pregunta a nuestra mente. ¿Conocería a Cristo, como su Señor y Salvador? Bueno, sólo Dios conoce los corazones, pero hay otras evidencias que me hacen no tener esa convicción. Al poco de convertirme mi madre me comentó que era común en la zona del campo de Gibraltar, donde nació mi abuela en 1902 la presencia de misioneros provenientes de Inglaterra a la colonia, aprovechando el periodo de libertad que hubo durante la I y II República. Esta colonia británica, constituía una estupenda base de operaciones, para tiempos de persecución religiosa, que aunque siendo esta “de baja intensidad” por parte del Estado, era palpable la hegemonía que la iglesia de Roma ejercía en el país, mostrando su abierto antagonismo a cualquier enseñanza bíblica que no contara con el beneplácito de Roma, y aún se continuaba quemando Biblias, eso sí, con la banal excusa de que eran biblias “protestantes”. La España católica, ese país que hizo lo imposible por alejar la Palabra de Dios del pueblo; primeramente, retardando al máximo su traducción del latín a nuestra lengua, y después, intentando impedir a este remanente de cristianos verdaderos que promulgaban y extendían el uso de la Biblia, aquellos llamados despectivamente “ protestantes”; o la también conocida sugerencia, que aún sigue hoy vigente, de tratar de convencer al vulgo o pueblo de su ignorancia, de su poca preparación intelectual para su lectura, y de la necesidad de un ministro sacerdote para poder acercarse a la lectura de la Biblia. Es este el contexto histórico de mi país, España, entonces, ¿le habría hablado algún misionero a mi abuela? ¿Habría llegado el evangelio a su aldea? Son preguntas que deberíamos hacernos y debería ser un tizón ardiente en nuestro corazón, pues tan sólo pensar en la existencia de estas personas (almas) piadosas pero perdidas a su vez  que han sido confundidas por el falso evangelio, debiéndonos constituirnos en faro de luz para ellos.

Poco a poco fui creciendo. Ya en mi adolescencia pronto empecé a participar en las actividades de la parroquia, allí tras años de catequesis, tomé los sacramentos de la comunión y la confirmación. Asistía cada domingo a misa, así como a las reuniones de jóvenes dónde Juan, el párroco, nos enseñaba que en los evangelios era dónde se hablaba de Jesús. La “Virgen María”

no tenía un papel predominante, amaba al pueblo de Israel y su cultura, (lo cual no es común). El grupo de jóvenes fue creciendo, en un barrio obrero salpicado de huelgas y en plena transición democrática.

Dos cosas aprendí: En los evangelios se habla del ministerio de Jesús y que (a pesar de mi juventud) había cosas que no cuadraban entre los evangelios y las enseñanzas de la iglesia institucional de Roma.

Una vez finalizado mis estudios pre-universitarios me fui voluntario al Ejército, en busca de acción, aventura y valores. Alistándome primero como soldado, alcanzando distintos empleos hasta que tras años de preparación ingresé en la Academia de Suboficiales, estudiando durante tres años entre las ciudades de Lleida y Segovia.

El siguiente periodo de mi vida está lleno de trabajo, sacrificio y logros en mi carrera profesional. Serví durante 10 años como Sargento en la Brigada Paracaidista y otras unidades de Elite. Participé en 3 misiones internacionales, donde me fue reconocido mi trabajo en mi hoja de servicios. Obteniendo, con esfuerzo, constancia y tesón grandes logros profesionales. Cursé también estudios en la Escuela Oficial de Idiomas.

Pero a pesar de todo esto, mi alma no tenía reposo. Sentía un gran vacío, pues me seguí preguntando: ¿Cuál era el propósito de mi vida?

Después de intentar dar un cambio en mi vida y buscar la paz que no hallaba, me fui al norte de España casi en la frontera con Francia y me fui en bicicleta en solitario hasta el fin del mundo (Fisterra, en Galicia), ruta de peregrinaje conocida como Camino de Santiago. En las filosofías orientales y en las esotéricas, buscaba las respuestas a mis preguntas, el propósito de la vida y sobre todo esa paz adulterada (aquella que no viene de Dios).

Los éxitos profesionales me sucedían, mientras que prosperaba económicamente. Contraje matrimonio, según el canon de la iglesia de Roma.

El 11 de Marzo de 2004 e produjo el mayor atentado de la historia de España y el segundo mayor de Europa con un balance de: 191 muertos y 1.858 heridos perpetrado por una célula local yihadista de Al Qaeda, colocando artefactos explosivos, en cuatro trenes de cercanías, en plena hora punta (7:36 a 7:40). Tres artefactos no estallaron, 2 fueron detonados y uno fue desactivado.

Yo cogía esos trenes todos los días para ir al trabajo. Me subía en la estación de Alcalá de Henares (Madrid)  y me bajaba en la estación de Atocha (Madrid). Estos cuatro trenes, de horario correlativo, eran en los que habitualmente viajaba. Ese día me levanté como media hora antes y decidí viajar más temprano, sólo y sin la compañía de mis compañeros. Llegando a coger el último tren sin bomba que salía de Alcalá de Henares.

Nada más bajarme del tren me sonó el móvil, era uno de mis compañeros de viaje a quien yo no había esperado. Me decía con voz entre cortada que estaba rodeado de cuerpos y que no podía hacer nada por ellos, aunque había cubierto a los cuerpos sin vida despojándose de su  propia ropa, resultado también sus oídos dañados, otros de mis compañeros fueron heridos u otros fallecieron.

Rápidamente y después de estar prácticamente en estado de shock, ese fin de semana empecé a hacerme preguntas. ¿Por qué no he muerto? ¿Qué tengo yo de especial? ¿Por qué no me despedí ese día de mi esposa y me fui enfadado? ¿Y si hubiera sido la última vez? ¿Cuál es el propósito en mi vida?

Este hecho fue determinante para mi vida, pues seguía con mis preguntas sin respuestas y estas se habían cobrado aún más intensidad.

Para esta respuesta respondí como un soldado que ha sido entrenado. Las respuestas deben de estar en los que saben de esto, “los sacerdotes”. Así que me fui a ver a mi  párroco, quien me dijo que: “Debía agradecer a María por su intersección y orar diariamente el rosario”.

A los pocos días se reconstruyeron las vías y se restableció el servicio así que de mañana empecé a montarme de nuevo en los trenes de cercanías, ante temerosos viajeros y patrullas de soldados, con fusiles de asalto. Durante los 45 minutos de trayecto, sacaba mi rosario y comenzaba el murmullo de la repetitiva oración a la reina de los cielos, así estuve durante más de un año.

Para ocupar este vacío, pronto el príncipe de este mundo, me mostró un amplio catálogo de ofertas….  aunque debo reconocer que Dios siempre me hizo sentir su mano, guardando mi vida y sacándome de lo más profundo del pozo donde iba metiéndome, saliéndome y vuelta a meter. Obviamente, seguía perdido, sin encontrar el propósito de mi vida. No podía llenar el gran vacío que había en mi interior. Intenté acercarme a Dios de la forma que le conocía y a cambiar mi vida con mis propios métodos.

Llegó el verano y con ello, el periodo vacacional. Habíamos previsto unas vacaciones familiares en algún lugar de la costa, alquilando un apartamento en algún lugar de playa para toda la familia y así poder estar con nuestros sobrinos. A última hora decidí no irme de viaje y que fuera mi esposa, pues necesitaba un tiempo de retiro y reflexión que me seria proporcionado. En un principio pensé en pasar unos días de retiro en el convento soriano de Santa María de Huerta, perteneciente a la orden cisterciense, ya que cuenta con un servicio de hospedería en el mismo convento, además podía participar en las actividades del mismo. Ya lo tenía decidido he hice los preparativos para salir en los próximos días.

En la actualidad ya he madurado la idea de la no existencia de la causalidad sino la causalidad. Dios tiene un precioso regalo para todos nosotros. El amor de Dios es inconmensurable para los hombres; pues aún estado perdidos, Dios nos ha dado a su Hijo Jesucristo para que todo aquel que en él cree,  no se pierda,  mas tenga vida eterna (Juan 3:16). Jesucristo es el camino, la verdad y la vida (Juan 14:6). El Espíritu de Dios nos convencerá de nuestra condición de perdidos (Juan 16:8).

Decidí sintonizar mi televisor, pues empezaban a implantarse nuevos canales digitales (muchos de ellos en pruebas), pronto empezó la búsqueda de canales y recalé en un “extraño” canal, para mi novedoso donde emitían noticias cristianas, documentales, testimonios y pude escuchar un breve relato bíblico, del evangelio de Juan capítulo 15. Este capítulo lo había leído en infinidad de ocasiones, pero al terminar este relato un predicador explicó quién es la oveja perdida (Lucas 15:7) y como el padre perdonó y acogió a su hijo cuando vino a él, arrepentido (Luc 15:21) y que podía venir al Padre arrepentido y pedirle que me restituyera. Así hice oré al Padre. Todo empezaba a tomar forma y a encajar en mi cabeza, como si de piezas de puzle se tratara, como los ciegos que narra la Biblia a quienes el Señor Jesucristo sana y lleva la luz.

Necesitaba saber más, conocer más de quien me mostró su amor, así que el Espíritu Santo me guió a teclear en el buscador de internet la palabra “evangelio” encontrando próximo a mi aldea un lugar dónde enseñaban de la Palabra de Dios, dirigido por el Pastor Alejandro Sánchez “Centro de Difusión y Preparación Bíblica”, en Villanueva de la Torre (Guadalajara), con quien contacté y me invitó a asistir a la Iglesia.

El Domingo por la noche fui a la Iglesia y escuché la predicación, al terminar me fui a casa y conduciendo por una solitaria carretera, le di gracias a Dios, con lágrimas de gozo en los ojos, ¡ Señor, gracias por haber encontrado a tu oveja perdida!

Pronto empecé a entender que Dios quiere que seamos santos como Él es Santo y empecé  a darle al Señor el gobierno de mi vida. Vacié mi casa de todo aquello que no agrada al Señor: del mueble bar, el alcohol y de mi bolsillo el tabaco. También empecé a entender que  hay música que no agrada a Dios. Al revisar mi discografía comencé a traducir las letras de las canciones, recalando detenidamente en su contenido, unas veces con sutilezas y otras de manera más explícita contenían autenticas  aberraciones. Sin duda, el haber estudiado idiomas me fue de gran ayuda. Jim Morrison, uno de mis músicos idolatrados, fue uno de los primeros en visitar su nuevo palacio, el vertedero.

Y regresó, mi esposa del viaje familiar. Contándole todo lo acontecido, ella extrañada, empezó a ver la obra de Dios en mi vida; mi nuevo nacimiento, mi regeneración en Cristo. Contrariamente a mi pensamiento, ella por su parte mostró rechazo. Rechazo, que puede entender perfectamente pues podría atribuirlo a: “una nueva moda”, “idea pasajera”, “ secta” y un largo etcétera de opiniones similares.

Pronto fue puesta mi fe a prueba, pues tardó más de 10 meses en asistir a la iglesia y poder escuchar el evangelio. La oración y en especial la oración de muchos me fue de reconforte, para poder mantener la paz en esos meses, porque pronto empezó el príncipe de mentira a meter su pezuña. Mientras, yo confiaba en Cristo. Mi esposa empezó a asistir a la iglesia, primero acompañándome a la puerta y luego fue progresivamente acercándose más, ya que intentaba aparcar en la misma puerta de la iglesia, para que pudiera observar que estos “ protestantes”  (con toda la carga peyorativa y prejuiciosa para un católico tradicional) eran personas de lo más normal. Era inútil que las hermanas o el Pastor fueran a invitarla a pasar, pues con entrecortada sonrisa y escueto “no gracias” daba por terminado cualquier invitación. Mientras, seguíamos orando por ella. Solía llevar las grabaciones de las predicaciones y ponerlas en casa para que ella las escuchara, así durante meses. Llegó nuevamente el verano (de manera que pasó un año desde mi conversión) y vinieron a la iglesia, en fechas distintas, dos predicadores, quienes predicaron durante el fin de semana: Doctor H.T. Spence, y posteriormente el evangelista Ken Lynch.

Aún recuerdo, cuando al final de estas jornadas, mi esposa siendo de las últimas en abandonar la iglesia, preguntaba al pastor sobre cuándo sería la próxima predicación (Romanos 10:17). Al poco tiempo quedamos con el Pastor y su esposa a merendar y ella vino y aceptó a Cristo allí. Vi lágrimas de gozo en sus ojos, también en la de todos los que estábamos en la mesa.

Pronto el Señor empezó a obrar en nuestras vidas, sirviendo en nuestra iglesia local y poniéndome carga por los perdidos. Dando a conocer el evangelio, dándome fuerzas en el Espíritu de predicar el evangelio y en especial a mis compañeros y jefes en el Ejército.

Son ya cuatro años los que llevo estudiando en el Instituto Bíblico, con ánimo de ser usado como humilde siervo en la viña del Señor y ser portador de la luz de la verdad del evangelio a mis compatriotas.

Si no conoces aún a Cristo como tu Señor y Salvador: ora,  Él te llevará a la senda de la salvación; pues Él es la Puerta (Juan 10:9, Mateo7:13).

Me fue de gran ayuda poder leer y escuchar los testimonios de otras personas que también fueron salvadas, en especial los de sacerdotes, religiosas y seminaristas . Una de las asignaturas que más interés despierta en mí, es el estudio de la historia del evangelio en  España y de cómo siempre ha habido, a pesar de su persecución, un remanente fiel a las enseñanzas de nuestro Señor Jesucristo. Sé que un español puede pensar que la verdad del evangelio de Cristo debe de residir  en la tradición de Roma ( nacimos ya católicos en España)  y que lo demás, son corrientes extranjeras propias, generalmente, de países anglosajones, pero yo te invito a que conozcas la historia del único y verdadero evangelio; de cómo éste llegó a las costas de  “Hispania” y cómo el evangelio fue perseguido, aún en nombre de Dios, o quitándolo de su lugar preeminente por el papado de Roma. Las religiones no salvan; hay que “salir de” para “venir a”.

Para terminar, quisiera citar unas palabras del testimonio de un seminarista católico, quien conoció al Señor, D. Alejandro María Matos:

“Muchas veces escuché aquellas palabras de Pablo: “Todo sucede para el bien de los que aman a Dios”. Sin embargo estas palabras, aunque sencillas, encierran en sí una profunda enseñanza. Dios tiene un plan para nuestras vidas, y aunque nosotros nos empeñamos muchas veces en cambiarlo, al fin, en su misericordia, Dios lo lleva a cabo, con el único fin de hacernos felices y de llevarnos de regreso a Él”. Dios empezó a obrar en mi alma y a sanar la imagen errónea que yo tenía de Él. Dios empezó a restaurar mi vida de una manera increíble.